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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

El desastre en cadena

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Volviendo a la perplejidad que transmite el empirismo de las autoridades frente a la pandemia y sus múltiples brotes colaterales, tenemos el ejemplo político del presidente Sánchez que responde exclusivamente a sus sensaciones más personales e íntimas. En un momento dado, decidió que el virus había sido derrotado y se propuso pasar página. Como es obvio, el virus apenas se estaba tomando un respiro con el fin de dejar paso a una nueva mutación, pero a él no le interesaba nada el asunto y pensó que lo mejor era desviar la responsabilidad hacia otros para no verse salpicado por las decisiones empíricas o afectado por el desgaste que producen. Un presidente de gobierno de un país se hacía a un lado en la mayor crisis internacional del siglo. Era el momento, además, en que se anunciaba la inversión europea y creyó que el deber le reclamaba en un nuevo orden económico de especial importancia.

Esa noción primaria de las cosas, alejada del racionalismo, impidió, además, adivinar que la crisis sanitaria podría ser también un factor decisivo de la inflación. Ahora, en cambio, comprobamos cómo los precios se disparan al mismo tiempo que una nueva variante extremadamente contagiosa del virus, aunque menos perjudicial para la salud, se expande alarmantemente.

Los desastres se encadenan, pero nada ni nadie puede frenar al presidente del Gobierno en su huida hacia adelante cuando es el propio Sánchez el primero en negarse a reconocer que las cosas no están tan bien como él mismo se empeña en recordar cada vez que tiene oportunidad de hacerlo. No atravesamos, por desgracia, una etapa de crecimiento económico, sino más bien todo lo contrario. Si estuviéramos creciendo, como sucede en otras economías occidentales, se compensaría de alguna manera el alza de los precios. La combinación de inflación alta y crecimiento escaso no suele ser buena. De ello ya tuvimos ejemplos. Pero para no centrarnos únicamente en la experiencia, basta con preguntar al contribuyente medio su percepción de la vida actual. 

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