Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

La colonia de los Reyes Magos

Foto de archivo

A cada año que pasa, los Reyes Magos me traen cada vez menos regalos. Pero aumentan la factura de lo que yo les tengo que pagar para que ellos (los Magos) puedan quedar bien con la tradición y con el resto de la familia y allegados (incluido ahora el perro en su calidad de “ser sintiente integrado en la unidad familiar”, según establece el anteproyecto de Ley de Bienestar Animal que será aprobado en el Congreso dentro de unos meses). Es un trato injusto al que, sin embargo, tengo que acostumbrarme si no quiero que empiecen a buscarme plaza en una de esas residencias para mayores de las que hemos oído contar aspectos tenebrosos durante la pandemia. Por otra parte, la retribución por haber financiado la ilusión de los que todavía creen en la existencia de esos seres milagrosos y la mentira de quienes coadyuvamos a sostenerla hasta la frontera imprecisa del uso de razón, cada año que pasa es más cicatera. Empezó a adelgazar cuando incluía un jersey, una bufanda o una corbata en el lote que nos correspondía. Luego ya fueron un par de libros y hasta una pipa (cuando fumar tabaco aún no había sido castigado con la horca). Y las colonias, por supuesto.

Debemos de oler muy mal los que nos encaminamos a la vejez pasito a pasito porque la avalancha de anuncios de colonias para hombre y mujer anegaba las televisiones a partir de octubre. Unos reclamos protagonizados por unos hombres con vocación de mujeres y de mujeres con vocación de hombres que es lo que se lleva ahora en el mundo de la publicidad. Y todo ello subrayado con un fondo musical propio del ballet y un susurrado con el nombre de la marca patrocinadora. Por poner un ejemplo, Carolina Herrera suena como “Calolina Erera”; Paco Rabanne como “Acoraron”; Loewe como “Loef”; Narciso Rodríguez como “Nasiso Rodiges”; y Giorgio Armani como “Yoyo Amani”. La conversión del frasco de colonia en la unidad de medida del afecto familiar es un hecho incontrovertible. Se acabó para el público, sobre todo masculino, la angustia de echarse a la calle para buscar un regalo que sorprenda agradablemente al destinatario o destinataria. ¿Cuánta gente desesperada, temiendo el cierre de los comercios en la víspera de la noche de Reyes, sin encontrar lo que buscaba, tuvo que recurrir a la compra de un frasco de buena colonia para salir del paso?

La ventaja de esta solución, generalmente bien aceptada, es que siempre podrá valorarse la importancia del regalo por su precio. Afortunadamente no sabemos con certeza cuántos frascos de colonia nos quedan por dar y recibir el día de los Reyes Magos. Y tampoco si esa festividad se conservará si adviene la Tercera República, una posibilidad que no conviene desechar. Pero lo veo difícil. España desafortunadamente es un país muy monárquico como la Historia nos enseña. Y mágico también. ¿O no es mágica la habilidad de Juan Carlos I para escamotear millones de euros en unas cuentas corrientes compartidas con una señorita rubia?

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats