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Tomás Mayoral

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¿Otro curso más perdido para nuestros hijos?

Uno de cada cinco centros tiene aulas confinadas por haber registrado cinco positivos. |

La pregunta que ya nos hacemos muchos padres es si debemos empezar a asumir que este va a ser otro curso perdido para la educación de nuestros hijos. La pandemia sigue matando nuestro presente y, lo que es peor, hiriendo nuestro futuro. Ha pasado un año, desde el fatídico enero de 2021, y nuestros centros escolares vuelven a estar mal, sino peor que antes. Si tienen hijos en edad escolar, no les cuento nada que, seguramente, no habrán experimentado ya. Pero es que las cifras impresionan: siete mil alumnos sin clase, 278 aulas cerradas en la provincia, uno de cada cinco centros con clases confinadas. No están las cosas mejor por la parte de los docentes: hace dos semanas ya hablábamos de 800 profesores que no habían podido ir a trabajar, aunque solo 145 tenían baja médica. ¿Puede hacerse más que lo que se está haciendo? Se han implementado medidas más o menos razonables, pero es muy complicado hacer frente a un tsunami de contagios como el que estamos experimentado. No obstante, algo más se puede hacer para paliar la confusión que a veces se genera en torno al contagio de los menores y el consiguiente caos en el que se ven envueltos los centros educativos. Sin embargo, el conseller Marzà parece más pendiente de solucionar el problema de los padres cuando un alumno no puede ir a clase, algo que queda claramente fuera de su perímetro, que el que tienen los propios alumnos por no poder acudir, de lo que sí es enteramente responsable. Olvidado, por imposible, el recurso de las clases online, la convalecencia o el confinamiento se convierten en algo más parecido a unas vacaciones de encierro que en un tiempo que, educacionalmente, hubiera podido ser aprovechado de otro modo. Es verdad que les ponen deberes a través de plataformas web como Aules, pero ya sabemos que en realidad los deberes se los acaban poniendo a quien debe quedarse con ellos en casa. Por eso, suena raro, en este contexto, que Marzà se ponga a escribir cartas a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y al de Seguridad Social, José Luis Escrivá, para reclamarles la implantación de permisos retribuidos para solucionar el problemón de quién se queda con un niño que no va a clase cuando ambos padres o tutores trabajan. Suena raro el medio epistolar tanto como que contacte así con dos miembros del Gobierno central en vez de arbitrar una labor coordinada con su Consell, que al fin y al cabo es quien institucionalmente puede tener más peso para poner sobre el tapete esta cuestión. No es que no sea razonable lo que pide, que lo es y mucho, sino la extraña forma en que lo hace, un poco con ese "estilo IKEA" de la república independiente de mi Conselleria. Igual es que al final echa de menos "hacer política" como debía pedirle el cuerpo cuando aspiró al puesto de Síndic del Grupo de Compromís en las Cortes y al que, finalmente, decidió renunciar. Con Vicent nunca se sabe.

El bipartito PP-Cs que gobierna el Ayuntamiento de Alicante ha presentado un presupuesto de castañuelas para 2022 que eleva en un 14% el del año anterior. Nada más y nada menos que 313 millones, con un capítulo de inversiones que incluye a 37,7 millones. De esa cantidad, unos 20 millones llegarán vía créditos, lo que sorprenderá a muchos teniendo en cuenta que hace dos años el bipartito decidió dedicar una cantidad similar de la "hucha" que generó la regla de gasto de Montoro para dejar a cero la deuda financiera del Ayuntamiento alicantino. Al final, el Gobierno de Sánchez no se quedó con "los dineros" ahorrados duramente por los municipios, pero ya Barcala había roto la hucha y dejado libre de deudas las finanzas municipales. Una decisión que la oposición criticó duramente. Aparte de esto, lo que llama mucho la atención de este presupuesto de récord para 2022 es que incluya un centenar de proyectos, no menores precisamente, cuya dotación económica se ha quedado en un testimonial euro. Más que proyectos, habría que llamarle ideas o deseos que hasta que no tengan dotación no saldrán del estado teórico. Pero ahí están, pendientes de alguna carambola presupuestaria con las partidas no ejecutadas del fenecido 2021. El problema es que, como decía, no son temas menores: las expropiaciones para completar la Vía Parque, los programas de digitalización para luchar contra la brecha digital o las mejoras en el aparcamiento del castillo de Santa Bárbara. Habrá que suponer que hay muchas cosas más importantes que esos cien proyectos que sí tienen dotación... 

Y una cosa más:

La expresión "máximo histórico" empieza a sufrir un problema de inflación similar al de los variados problemas a los que suele acompañar. Primero fue la luz, que no ha dado tregua desde hace meses obligando al Gobierno a hacer varias piruetas que a la larga no han conseguido su objetivo: evitar que se empobreciera aún más la población. Ahora le toca a los carburantes, que registran precios no vistos en toda la gama, porque afecta a las gasolinas pero también al gasoil. Pero esto no es más que la primera onda que se propaga, como cuando tiramos una piedra a un estanque, porque una subida de combustibles acaba afectando a los precios de casi todo. La cuesta de este enero sí que es de máximo histórico.  

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Hasta mañana. 

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