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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Guerra fría tirando a templada

Russia's President Vladimir Putin meets with members of Russia's national team ahead of the Beijing 2022 Winter Olympics, via a video link outside Moscow

Amenaza el jerarca ruso Vladimir Putin con invadir a sus vecinos de Ucrania respaldados por Estados Unidos y la OTAN, como si aún viviésemos en tiempos de la guerra fría que ahora vuelve a ponerse templada. Putin es tan antiguo que aún cree que las guerras del siglo XXI se libran a tiros y con la vieja coreografía de tanques, aviones, cañones, misiles y soldados despanzurrados sobre el campo de batalla.

Aunque el Gobierno de España se haya apuntado al bombardeo, por si cae algo, lo cierto es que esas son batallitas del abuelo Cebolleta.

Los modernos conflictos entre naciones se disputan ya en el terreno de las finanzas, cosa que comprendió hasta el limitado Donald Trump al disparar aranceles contra China, Europa y todo lo que se pusiera a tiro de tasa aduanera. Ni se le ocurrió pensar, por supuesto, en el uso de los tropecientos portaviones con los que Norteamérica patrulla las rutas de navegación del mundo.

Rusia es una potencia mediana tirando a modesta en cuestión de economía; pero sigue disponiendo de una copiosa petardería atómica heredada de la época en que los USA y la URSS eran las dos únicas superpotencias con derecho a usar tal nombre. Quizá sea esa la razón por la que Putin, a falta de músculo financiero, recurre a su poderío militar para abrirse un hueco en el desconcertado concierto de las naciones.

Apoyos no ha de faltarle si se tiene en cuenta que muchos bolcheviques de la vieja guardia, un tanto despistados, parecen creer aún que la actual Rusia es un país comunista.

Prueba de ello fueron los ocho luchadores internacionalistas españoles que se alistaron hace apenas unos años en una milicia prorrusa -el Batallón Vostok- para pegar tiros contra las tropas ucranianas. Eran de admirar las proclamas soviéticas que lanzaban aquellos viejos veinteañeros desde los vídeos de YouTube, en la creencia a todas luces exagerada de que Putin es un nieto de Stalin al mando en el Kremlin.

Otro tanto ha hecho ahora, desde el bando de enfrente, el Gobierno de Pedro Sánchez al ofrecer el envío de cazas y algún buque de la Armada para unirse a las fuerzas de la OTAN, aunque Ucrania no pertenezca a ese club. Es una forma como otra cualquiera de amigarse aún más con el amigo americano, como en su día hizo Franco al cederle unas bases a Eisenhower a cambio de la legitimación de su régimen.

Todo esto forma de nuestra vieja obsesión con Rusia. Si el Caudillo envió una División Azul de falangistas para vengarse de los rojos en las estepas, parece lógico que también los tardocomunistas se unan al Batallón Vostok. O que el Gobierno socialdemócrata se ponga en primera línea a la hora del despliegue de fuerzas disuasorias frente a la amenaza de Putin.

Por fortuna, las guerras de este siglo son de orden comercial, como ya se dijo. Los chinos, que se codean con Estados Unidos en materia de finanzas, lo han entendido mejor que nadie. Cuentan con fuerzas armadas y el suficiente poderío tecnológico para tomar por la brava aquello que les apetezca; pero siempre han preferido un buen acuerdo a un mal pleito. Y eso que, ellos sí, son oficialmente comunistas.

Lo normal es que este amago de guerra fría no se caliente más de lo razonable y todo acabe en los esperados brindis de la diplomacia. Solo nos faltaba volver a los tiempos de la División Azul y del Rusia es culpable.  

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