Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José A. García del Castillo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Humanidad

UCI del Hospital de Elche, en una imagen de archivo durante la pandemia INFORMACION

El hombre es sociable por naturaleza, decía Santo Tomás, aduciendo que la persona humana necesita de los demás para desarrollarse en su plenitud y alcanzar los parabienes de lo mundano y lo espiritual. Anteriormente lo mencionó Aristóteles en su libro Moral a Nicómaco, argumentando que el hombre no es dichoso sin la compañía de los demás.

No le hemos preguntado a los anacoretas si el estar alejados de la humanidad los hace más santos, más hombres o más humildes al conseguir estar en contacto con la más pura y genuina contemplación de la vida en soledad.

Desde que el hombre alcanza el uso de razón, no deja de plantearse el sentido estricto de su función y la búsqueda de los orígenes que, desde la evolución y durante millones de años, han marcado su destino hasta la actualidad. Nuestra especial sensibilidad narcisista hace que continuemos creyéndonos el ombligo del universo, como especie superior capaz de los mayores logros en la naturaleza, desoyendo los dictados del orden establecido a la hora de compensar lo que recibimos por lo que se supone que damos a cambio.

Creo que no hemos sabido valorar en su justa medida el potencial de lo que se pretendía alcanzar con el desarrollo. En muy pocos años hemos pasado de una humanización social basada en la ciencia, donde el juicio de valor de cualquier científico era tenido en cuenta como algo cierto, sin fisuras y se seguía su criterio sin recelos, a una contestación social de todo lo que venga de la mano de la ciencia, poniendo en duda hasta el argumento más sólido.

En la actualidad necesitamos investigar y humanizar más que nunca. Las amenazas son tantas y tan variadas que nos sentimos incapaces de afrontarlas con la suficiente entereza de ánimo. Las pandemias, el aumento paulatino e incesante de la violencia en todos sus grados, las catástrofes naturales, la escalada armamentística que hay que justificar con guerras sin sentido, la destrucción sistemática de los recursos naturales y un largo etcétera de sinrazones.

La mirada se vuelve hacia las tecnologías, haciendo de la sociedad desarrollada un hervidero de tecnócratas que manipulan la realidad con fines partidistas. Lo humano pasa a un segundo plano, por debajo de la productividad, del consumo, de la balanza de pagos.

Enseñar humanidades a los jóvenes se convierte en una lucha contra los medios de comunicación, los mensajes de los móviles, la red, los despropósitos violentos, el consumo desproporcionado de productos innecesarios, los valores y así hasta la deshumanización de la especie. Humanizar tendría que ser un valor en alza y tan solo es una ilusión romántica de unos pocos soñadores.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats