Lo que pasó anoche en Benidorm y acabó pasando en el resto de España, como una bomba expansiva “marca Twitter”, quizá cambie la forma de elegir a quién llevamos a Eurovisión… o eso esperan muchos. El espíritu prefestivalero auguraba que algo bueno iba a pasar, y así fue: el público, en su conjunto, otorgó anoche los votos con mayoría a las Tanxugueiras, un grupo de mujeres cantando en gallego ese “Terra” que erizó la piel de los presentes y los telespectadores. Son las ganadoras con honores del primer Benidorm Fest por voto popular. También había gran expectación y confianza en el éxito de una de nuestras cantautoras más reconocidas postpandemia: Rigoberta Bandini. La de “In Spain we say Ay, qué amargura” no va a poder salir en Turín con ese mono color carne en contra de la hipersexualización cantando a la copa menstrual, a las tetas y a parir, o no parir, qué más da, pero a hacer lo que te dé la gana, porque sí, porque puedes.

Era tal la sororidad que inspiraban “Terra” y “Ay mama” que poco disgusto se habrían llevado los fans de unas o de otras si hubiera salido la contraria. Las redes, puestas en ellas, discutían si mejor el gallego o el castellano y si “Ay mama” sublimaba o no la maternidad, o la condición de tener que ser inmaculadas, de estar o no conectadas con la Pachamama… Empezaba a germinar un debate en el que no faltaban razones por un lado y por otro mientras florecían las ilusiones con Turín antes de conocer el resultado.

Ni Rigoberta ni las Tanxugueiras: España se queda sin llevar el feminismo a Eurovisión EFE

Pero ahí estaba, acechante, el nuevo sistema de voto demoscópico (ahuyentador de porcentajes necesarios para dar peso al voto del público), que se sumó a que el jurado decidió a Chanel como favorita. Sin duda mujer impecable en su actuación (como la ilicitana Blanca Paloma, muy flojamente votada por el jurado) pero cuya letra y espíritu están en el polo opuesto de lo que pretendían las meigas de las Tanxugueiras con su canto a poder cantar libres. Exactamente la misma onda con la que Rigoberta Bandini nos había hecho imaginar una teta planetaria en mitad de un escenario europeo. Y es que no se trata de desacreditar al público que votó el reaggeton y el perreo por encima del espíritu Mocedades; se trata de que el jurado parece no haberse enterado de que España es un país pionero en la lucha feminista y que así debía haberse reflejado en Turín. Porque el feminismo es parte de lo que nos define y porque lo que exportamos a Europa, lo que decimos que somos y cómo actuamos después, es tan importante como saber dar el siguiente paso en las tablas.

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Quizá en el 2000 no nos preguntábamos si era o no vergonzoso cantar a volver loquitos a todos los daddies; a hablar de ser la primera, nunca secondary. Pero estamos en 2022 y preferimos ser las locas que subrayan machismos sin importarnos llegar las primeras o las segundas, preferimos escuchar y hablar con las mujeres con las que compartimos tiempo y vida a llegar antes que ellas. Y, además, preferimos hacerlo en nuestra lengua, porque ya no está prohibido.

Porque no estamos en el 2000, estamos en 2022 y algo sabemos: nos puede representar el mamarracheo, la emoción contenida de un conjuro o el arte perfectísimo de un canto bien cantado… pero la cosificación de nuestros cuerpos y las letras sexistas, ya no.