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Enrique Benítez

Monetíza(te) o muere

Archivo - Monedas y billetes de euro

Los cambios de año traen estadísticas y cifras, y la llamada economía de los creadores, un eufemismo para hablar de la conversión de nuestra creatividad en dinerito, gana protagonismo. No importa que apenas un puñado de influencers en todo el mundo pueda vivir de su trabajo, utilizando la red social o plataforma que más interese (YouTube, Twitch, Instagram). Lo relevante es que sabíamos que la muerte tenía un precio, pero no que la capacidad de influir en otros llegaría a cotizar tanto en el mercado.

Hay de todo en este mundo, por supuesto. Talento verdadero, que se habría abierto paso en el mundo tradicional que conocimos, y que a veces añoramos. Asistimos a una puja de los distintos canales por atraer a creadores para facturar y hacer negocio con ellos. Las plataformas son los nuevos intermediarios, casi extinguidos los representantes de artistas, y se quedan con un jugoso porcentaje de las propinas y pagos que se gastan los seguidores.

Hay ya canales de este tipo para analistas y columnistas serios, como por ejemplo Substack. Cuenta con 500.000 suscriptores y ha generado pagos por más de 80 millones de dólares desde su creación en 2017. Un 10% es para la plataforma. Eso sí, 20 millones fueron para los 10 autores principales. La clave la dio en diciembre de 2021 la revista Time en un monumental artículo firmado por Raisa Bruner: “Cómo el suscríbete a mí se convirtió en el futuro del trabajo” (How ‘Suscribe to Me’ Became the Future of Work).

En este contexto, tiene razón Matt Klein, experto en teoría cultural, cuando afirma que la economía de los creadores no puede sostenerse sin el apoyo de una comunidad apasionada. Y esto nos lleva a otro de esos conceptos que se multiplican y venden libros y alimenta el círculo de la economía de la atención y de la influencia: la economía de la pasión (Passion Economy), llamada a suceder a la Gig Economy (Uber, Deliveroo), y que será propulsada por las plataformas que permiten monetizar la individualidad (este concepto es de la joven Li Jin a quien entrevistó el New York Times en septiembre de 2021), rentabilizando las habilidades únicas que, se supone, todo el mundo posee.

Hay una derivada invisible de todo esto: las chicas jóvenes que monetizan su prematura sexualidad. La polémica web OnlyFans es la prueba evidente de esto. Rebecca Jennings habla de Sexfluencers, otra etiqueta muy descriptiva. Hay mercado, hay dinero y oportunidades, pero no escrúpulos. En el mundo digital, todo está a la venta.

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