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José Manuel Ponte

La irrealidad en vídeos

Tropas de la OTAN en Afganistán.

Creímos de buena fe que después de la vergonzosa salida de Afganistán, el Gobierno de Estados Unidos se abstendría de intervenir durante un tiempo en la política interna de terceros países. Pero, como casi siempre, estábamos equivocados. Los imperios no renuncian tan fácilmente a su situación de predominio y solo dejan de ejercerla cuando otro imperio emergente se lo impone por la fuerza, o se produce una gravísima crisis en su interior que culmina con la implosión de toda la estructura de poder. Y ante ese siniestro paisaje estamos nuevamente enfrentados los sufridos consumidores de medios. De pronto, y sin que sepamos muy bien por qué, Estados Unidos, la OTAN y países satélites, Rusia, Bielorrusia, China, Países bálticos y ¡oh, sorpresa! España (que ha enviado aviones y barcos de guerra al teatro de operaciones, de motu proprio y sin necesidad de recibir una petición expresa del alto mando de la alianza atlántica) han desplegado ejércitos en torno al territorio de Ucrania; una antigua república soviética que Estados Unidos aspira a integrar con el paso del tiempo en la OTAN, mientras Rusia preferiría verla convertida en un país neutral para no verse agobiada en lo que entiende que es su área natural de influencia. Un planteamiento propio del ajedrez, un juego en el que se mueven piezas de distinta movilidad, tamaño y categoría. Y todo ello dentro de un límite de tiempo inexorable. Los rusos sienten pasión por ese juego en el que tuvieron grandes campeones, y los norteamericanos a uno genial como Bobby Fischer. El tiempo nos dirá quién va a tomar ventaja posicional definitiva y quién entrega la partida o pacta unas tablas honorables. Una salida distinta parecería suicida. Desde la Guerra Fría quedó establecido el principio de “Destrucción Mutua Asegurada”. Al menos, en esa macabra evidencia confiábamos los partidarios de la racionalidad para resolver conflictos. Pero ni esa visión apocalíptica ni el instinto de conservación de la especie nos garantizan una vejez tranquila. El almacenamiento de cantidades ingentes de armamento nuclear unido a la inconsistencia intelectual de buena parte de la clase política nos pone los pelos de punta. O como diría Johan Cruyff, aquel habilidoso futbolista holandés, “la gallina en piel”. Mientras tanto, nos entretienen con curiosidades y anécdotas que era una sección imprescindible en el periodismo de antes de la informática. La penúltima que yo haya leído se refiere a un supuesto informe del servicio secreto norteamericano sobre un proyecto de la Inteligencia rusa para filmar y luego difundir un vídeo sobre un supuesto ataque del ejército ucraniano en suelo ruso y contra la población de habla rusa. En la película se emplearían los mejores efectos especiales para dar ambiente de realidad. Como “cadáveres auténticos”. No es fácil reclutar cadáveres auténticos para hacer películas. ¿Los compran en las morgues? ¿Los fabrican fusilando a prisioneros de guerra? Luego está la dificultad de vestirlos con el uniforme del ejército enemigo y transportarlos al lugar donde van a ser filmados (un cadáver auténtico pesa lo suyo y llevarlo de aquí para allá por el campo de batalla debe de ser una tarea fatigosa). Confiemos en que todo ese despliegue solo sirva para hacer películas.

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