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La revolución cultural del gran timonel Feijóo

Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia.

El totalitarismo es una pretensión de unidad universal realizada a cuenta del aniquilamiento de la singularidad

-Jean François Lyotard.

Podríamos decir que Alberto Núñez Feijóo es el “hijo del Raiguero”. Se denomina así en mi pueblo al hijo que visita muy de vez en cuando a sus padres, ya mayores, y que apenas pasa un rato con ellos, pero se muestra simpático, adulador y obsequioso, dejando un halo de calidez fingida a contrarreloj, que contrasta con los que a diario los bañan, dan de comer, pasean y consumen tiempo y vida asegurando su bienestar, pero que inevitablemente reciben reproches, malhumor y miserias. Feijoo es el simpático de la clase, el guapo enrollado; nada que ver con el desagradable Torra, el ciclópeo Junqueras o el insignificante Pere Aragonés García (que vaya apellidos para hablar de hecho diferencial). A estos se les nota que te quieren imponer un modelo autoritario, al otro no; nunca se le acusa de estar haciendo lo mismo o incluso peor. De hecho Feijoo impugna toda la política territorial del PP, la deja sin credibilidad alguna y su éxito es el fracaso del partido, el caballo de Troya nacionalista.

Al modo maoísta, Feijóo pretende acabar con la sociedad gallega tal y como es, y ya lleva bastante adelantado. Los del BNG están planteándose hacerle socio de honor, por un lado socava las bases de convivencia constitucionales prohibiendo el uso del español y por otro habla en clave nacional mientras deja que la carcoma nacionalista vaya horadando los vínculos de ciudadanía. Es sutil y taimado el caballero. A imagen del Gran Timonel pretende acabar con los “cuatro viejos”: las costumbres, mentalidad, cultura y hábitos de Galicia. Como en cualquier región con más de una lengua, los españoles de allí hablan, leen y se relacionan en función del contexto, sus posibilidades y sus intereses. Según La Opinión de La Coruña, “el castellano es el idioma en el que más residentes en Galicia aseguran desenvolverse sin problemas (el 98,6%), seguido del gallego (89%)”; o sea, no hay ningún problema para que las personas en pleno ejercicio de su libertad se comuniquen como les plazca. Pero he usado la palabra libertad, esa que tanta urticaria parece producir a la mayoría de los políticos y en particular a los de vocación nacionalista, ¿o debería decir tribal?

Todo gran líder necesita un hecho aglutinador y para él “la singularidad” más a mano es la lengua. Qué poca originalidad, pero qué gran recurso para adoctrinar y moldear una sociedad. Este dirigente ha prohibido prácticamente el español en la enseñanza, una copia a la gallega del Programa 2000 de catalanización ideado por Pujol, incluso las comunicaciones internas entre los profesores deben ser escritas en gallego. Pero va más allá.

Nuestro líder supremo del pueblo galaico, a despecho de la realidad social, que dice que los niños de 5 a 14 años usan casi exclusivamente el español en un 74% a pesar de la escolarización forzada y los planes de inmersión, se ha sacado una campaña de tintes totalitarios: 21 días co galego e +. Pretende que los alumnos, docentes y personal de la administración, a modo de desintoxicación lingüística estén veintiún días hablando solo gallego. La campaña arranca con una reflexión que divide en buenos y malos. Buenos, los que reconocen que hablan gallego de modo habitual y a los que se recibe con un: Genial, eres de las personas que guardan el tesoro centenario de nuestra lengua. Malos, los que no lo “falan” de manera cotidiana; estos no son geniales, se les cuestiona por qué pasa eso, en dónde está la anomalía. Como en los regímenes totalitarios, te señalan.

Está campaña tóxica, demente y perniciosa recuerda el experimento de Ron Jones en Palo Alto California que dio lugar a la película La Tercera Ola, donde se veía lo sencillo que es inocular en la población ideas fascistas. El atrevido profesor paró el experimento a los cuatro días asustado por el cariz que tomaba el asunto, pero nuestro líder quiere llegar a los 21 días y que así abandonemos el vicio nefando de hablar en español, un idioma ajeno a la cultura, mentalidad, costumbres y hábitos de los gallegos. Los cuatro viejos del Sol Rojo.

Como todos los tiranuelos independentistas, Feijóo, niega la ciudadanía a los gallegos, que lo son en cuanto españoles radicados en sus municipios. La única realidad política es el pueblo español y no depende ni de color, ni de raza, ni de origen, ni de ninguna de esas mamarrachadas en las que uno no tiene ningún mérito. Ni de la fala.

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