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Antonio Gil Olcina

Palacios oriolanos

Palacio de Rafal | Tony Sevilla

La Procuración General de Orihuela (1309), comprensiva de los territorios del reino de Murcia traspasados al de Valencia por la sentencia arbitral de Torrellas (1304) y tratado complementario de Elche (1305), se transformó en la Gobernación Ultra Saxonam (1366), con capital en Orihuela, ciudad desde 1437 por disposición de Alfonso V de Aragón y III de Valencia. Sin lugar a dudas, segunda urbe del reino de Valencia, rango robustecido al añadir los atributos de sede episcopal (1564) y universitaria (1569, 1646). Refería Viciana (1564) que en Orihuela había “muchos caballeros de linajes antiguos y de ilustres sangres del tiempo de la conquista y de muy más atrás”. Algunos de ellos recibieron o adquirieron extensos latifundios, mudados en señoríos de jurisdicción civil plena y criminal limitada, o sea, de jurisdicción alfonsina (Fuero de 1329). Determinados señoríos alfonsinos, cuyos titulares desempeñaron la expresada gobernación, se convirtieron en baronías. Su condición de señores de vasallos les ayudó al logro de títulos nobiliarios; y un par de linajes (Rocamora, Roca de Togores), sucesivamente los más encumbrados, alcanzaron la cúspide nobiliaria: en 1790 la reina M. ª Luisa de Borbón-Parma concedió, en nombre de su esposo Carlos IV, almohada a la marquesa de Rafal. Casi tres décadas después, Fernando VII mandó cubrirse, a su presencia, al conde de Pinohermoso (1819).

Con la notoria salvedad de los Rocafull, condes de Albatera, que levantaron su espléndido palacio, lamentablemente desaparecido, en dicha villa; los grandes linajes oriolanos los hicieron en esta ciudad. Palacios y casonas con honores de tales han sido numerosos en Orihuela, si bien los mayores y mejores han pertenecido a las estirpes más poderosas, que contaron con personajes muy destacados: de Don Jerónimo Rocamora y Thomas, I marqués de Rafal (1636) decía el Consejero Castelví que era “caballero muy cualificado, de los principales del reino, y de grandísima hacienda, la mayor que hay en aquella parte de Orihuela”. Entre los Roca de Togores descuella, sobre todo, un esclarecido segundón, Don Mariano Roca de Togores y Carrasco (1812-1889); por méritos propios marqués de Molins, con el vizcondado previo de Rocamora, Grnde de España, miembro de las Redes Académicas de la Lengua (de la que fue director), Historia, Bellas Artes de San Fernando, Ciencias Morales y Políticas y creador de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ministro de Fomento, Marina y Estado, miembro del Ministerio-Regencia, embajador en Londres, Paris y ante la Santa Sede, presidente de la Diputación de la Grandeza y, entre numerosas condecoraciones españolas y extranjeras de primer orden, Toisón de Oro, al tiempo que lo era también su hermano el conde Pinohermoso. Este, en 1875, ocupaba el decimotercer puesto por contribución territorial en España, primero en las provincias de Albacete y Alicante, destacado en la de Murcia.

De los palacios que pertenecieron a los Roca de Togores sobresalen dos: el que habitaron, en la Plaza de la Pía (Ramón Sijé) los condes, duques luego, de Pinohermoso, hoy biblioteca pública; y el convertido, tras una excelente y respetuosa restauración en hotel. En este, se han conservado, con criterio plausible, pavimentos antiguos y, entre otras actuaciones acertadas, se ha tratado como merece la suntuosa caja de escalera, elemento tan significativo e importante en los palacios surestinos. Tan solo queda fuera de lugar el nombre del establecimiento, que no guarda relación alguna con el magnífico edificio que fue residencia de los marqueses de Asprillas; y, porque “maza mayor quita maza menor”, de los duques de Béjar: es de recordar que al VI duque de Béjar dedicó Cervantes “El Quijote”.

Fachada principal del Palacio de Rafal. Sobre el portón, salvaguardia regia a que se alude en el texto.

Fachada principal del Palacio de Rafal. Sobre el portón, salvaguardia regia a que se alude en el texto.

Sobresalientes asimismo los palacios más importantes de la Casa de Rafal: el antiguo, conocido como Palacio de la Granja (condes de Granja de Rocamora), y el actual, en la Plaza Ramón Sijé, frente al citado de Pinohermoso, Desde el balcón principal del primero, cuya bella y elegante portada se atribuye a Jaime Bort, el sublevado marqués consorte de Rafal proclamó “Rey de España” al pretendiente Carlos de Habsburgo (futuro Carlos VI de Alemania). El segundo de los referidos palacios se singulariza entre los de Orihuela porque es el único que luce en el dintel de su portón salvaguarda regia, señal inequívoca de que ha albergado a monarca reinante, Alfonso XIII en este caso.

El monumental casco histórico de Orihuela es fruto de las funciones política y religiosa desempeñadas por la ciudad durante siglos. De ahí la doble componente, levítica y señorial, que imprime acusado carácter a su morfología. Sin embargo, ambos elementos distan mucho de ser visitados y conocidos por igual. Los edificios religiosos más destacados, o sea, los cinco monumentos históricos nacionales (catedral, iglesias de Santas Justa y Rufina y Santiago, Convento de Santo Domingo-Universidad Histórica de Orihuela y Palacio Episcopal) son accesibles. Es de resaltar que, con indudable acierto, el Palacio Episcopal ha sido transformado en Museo Diocesano; donde, entre otros cuadros de mérito, artísticos objeto de culto y hermosas casullas, es dado contemplar el maravilloso lienzo “Las Tentaciones de Santo Tomás”, pintado por Velázquez para el Convento de Predicadores de Santo Domingo.

La situación es bien diferente en cuanto a los palacios nobiliarios: unos son residencias de sus propietarios, otros cumplen diferentes cometidos (ayuntamiento, biblioteca pública, hotel) y de ellos, lógicamente, faltan los mobiliarios y ajuares que los ornaban. Quizá por ello resulta más notoria la carencia de cartelas que procuren, al menos, una información básica sobre estos principescos edificios. Así, por ejemplo, cuando se contempla el soberbio chaflán del Palacio de Arneva, popularmente “Esquina del Pavo”, se echa en falta el dato aclaratorio que el ave esculpida no es tal, sino una descomunal oropéndola pétrea, labrada a modo de dosel del clamoroso escudo heráldico de quien mandó fabricar la fastuosa morada, que desde 1973 aloja al consistorio oriolano, el Canónigo tesorero del cabildo catedralicio don Victoriano Ordónez de Villaquirón y Juan, creado marqués de Arneva (1754) por Fernando VI.

Otro tanto sucede ante la mencionada caja de escalera del Palacio de Asprillas o Béjar, donde resplandecen, renovadas, las armas de los Roca de Togores. Curiosidad que acrecienta el enorme e imponente espejo conservado en la cafetería, que habla del lujoso moblaje de aquel. Cerca de allí, el actual Palacio de Rafal reviste especial interés y plena actualidad, al pasar a dominio público. La vasta obra exenta ocupa una manzana y responde a la remodelación de antiguas construcciones cuando la anterior, grandiosa y desvinculada residencia de los marqueses de Rafal, disociada del tronco genealógico, pasó a una rama del mismo. Detalles notorios, externos e internos, dicen de limitaciones estructurales previas: así, el blasón familiar en portada resulta necesariamente reducido; en el interior, la moldura de cantería que dignifica la puerta de acceso a la planta noble procede, parcialmente, de la Casa de Señoría en Benferri. Sin duda, el palacio posee más relevancia histórica que arquitectónica. Sin embargo, es de resaltar que reformas y restauraciones contaron, entre los propietarios, con tutores altamente cualificados: don Alfonso Pardo y Manuel de Villena, marqués de Rafal, fue numerario (Medalla 19) de la Real Academia de la Historia; y el anterior marqués, prócer de grato recuerdo, presidió el Patronato de Casas Históricas de España y desempeñó la Secretaría de la Diputación de la Grandeza. Son antecedentes, incluida la salvaguarda regia, para que el palacio, tan entrañado en la historia oriolana, conserve intacta la fachada y su interior sea objeto de acondicionamiento adecuado, preservándolo de toda intervención u ocurrencia desafortunada. En este sentido, el Palacio de Arneva es referencia válida y positiva.

Y para concluir esta sucinta referencia que, por muchos motivos, se haría interminable; si algún día, con fundamento en el inmenso patrimonio de la provincia (yacimientos arqueológicos, obras hidráulicas y regadíos, templos y conventos, castillos, palacios y casas de señoría, tradiciones y derecho consuetudinario, folclore, museos, …), se decidiera, por fin, fomentar turismo cultural serio y de calidad, parece conveniente recordar y oportuno iterar que Orihuela y la Huerta suponen activo de singular entidad y excepcional valor, único en verdad.

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