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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

PP y Vox celebraron San Valentín

Alfonso Fernández Mañueco e Isabel Díaz Ayuso, durante la campaña de Castilla y León. Nacho Gallego

Buscaba mayoría absoluta al adelantar unas elecciones que no tendrían que haberse convocado precipitadamente y por intereses políticos particulares. No ha sido así. El presidente de Castilla y León, Fernández Mañueco, y el PP se han reído de los electores y algunos han vuelto a votarles. Otros desertan y se instalan en Vox. El caricaturesco líder de la oposición, Casado, en su competición con las extremos planteamientos de los de Abascal, ha conseguido no relanzarse y relanzar, eso sí, y abrir puertas a este grupo. Es la «misión cumplida» de García Egea, un mercachifle que solo es capaz de vender una victoria anti-Sánchez. Esta es la manera de salvar a castellanos y leoneses, que les permitirá gobernar «sin ataduras».

Amargo éxito de Mañueco, que pierde puntos, y también los pierden el PSOE, Unidas Podemos y Ciudadanos. Por el contrario, Vox triplica sus resultados anteriores, se frota las manos y aspira a seguir esa trayectoria. Fracasa la movida organizada por Casado para que se repitiese el triunfo que obtuvieron en la Comunidad de Madrid con Díaz Ayuso al frente. Así, la presidenta madrileña gana la partida con sus íntimas pretensiones de escalar peldaños. Por su parte, los partidos de la España Vaciada arrebatan votos a los socialistas y cobran mayor relieve.

El PSOE no piensa facilitar con su abstención un Gobierno regional del PP sin Vox. Es una forma de que los hermanos de sangre unan sus destinos más aún y se fotografíen. Yolanda Díaz no era candidata, pero el resultado de UP no beneficia a su incipiente proyecto, una puesta al día de las directrices transversales. Baja el bloque de la izquierda en general y Vox prospera. Siembra vientos y por ahora no recoge tempestades. ¿Cómo se va a gestionar toda esta situación? Porque el futuro de la política española está en juego, como queda patente en relación con las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales, lo que puede movilizar el voto progresista o estimular más el avance de la ultraderecha, a la que se debe combatir con políticas sociales desde el Gobierno central.

El PP lleva 35 años gobernando la Junta y seguirá haciéndolo por obra y gracia de las urnas. Y Vox impondrá sus requisitos. Es inquietante que el bienestar social, la educación pública y otras áreas puedan depender de estas formaciones. Las dos fuerzas acaban de celebrar el Día de los Enamorados, y san Valentín clama al cielo. Recientemente, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se preguntaba: «¿Quién demonios puede votar y acompañar un proyecto político que se coloca enfrente de la gente trabajadora y a favor de los que más tienen?» Además, «manchado por la corrupción».

Ya lo ven. Nuestra «democracia defectuosa» sigue con sus desperfectos y el tentempié de determinados sectores de la política y de un amplio número de personas. La mayoría de Pedro Sánchez supone un coste para la izquierda, sí. Por lo visto, es una tontería intentar fortalecer los servicios públicos. Es una bobada la generación de empleo de calidad o pretender garantizar el acceso a una vivienda digna. Promover infraestructuras e impulsar la igualdad entre hombres y mujeres. Sube Vox porque le han votado. Pero la democracia pierde. ¡Menudo cambio que no esperaba el PP!          

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