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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Casado. Pasar página

Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso.

No voy a comentar nada de lo referido al contrato de la Comunidad de Madrid que afecta al hermano de Ayuso. Por formación, que no deformación profesional, hace tiempo que evito hacerlo cuando un asunto está en trámite o, como es el caso, ni siquiera ha comenzado. El uso ilícito que hacen los políticos de la Justicia es uno de los males que nos aqueja y lo mejor y más sensato es no seguir este juego que ensucia la imagen del sistema y la conciencia de los ciudadanos. El derecho penal es más complejo que la algarabía y la ética extrema y falsa de quienes lo usan en su beneficio. Y el número de absoluciones y archivos en asuntos de presunta corrupción, muy elevado, así lo demuestra.

Dicho esto, y a la espera de lo que suceda, sí es el momento de valorar el suicidio del PP, la entrega con armas y bagajes a una izquierda que estará celebrando la torpeza de quienes le han entregado el poder sin presentar batalla. O, mejor dicho, presentando la interna y mostrando las peores caras de quienes han dejado de ser confiables. Porque si se comportan de este modo con los cercanos, los compañeros, qué harán mañana si tienen potestad para actuar del mismo modo con cualquiera que no les muestre la debida sumisión.

Casado no puede revestirse de un aura de pureza virginal para disimular lo que es una demostración de inclinaciones autoritarias que debe preocupar y hacernos reflexionar. Intentar justificar sus actos contra quien, como es sabido y notorio, le hacía sombra por decisión popular, no estatutaria u orgánica, en un repentino y escénico brote de integridad no solo legal, sino ética, solo es creíble para quienes están predispuestos a hacerlo y no son muchos fuera de los llamados “barones”, al menos públicamente. Un partido no son sus dirigentes o, bien deberían saberlo, no pueden éstos y sus pactos y acuerdos imponerse sobre la opinión de la ciudadanía. Y hoy Ayuso es más PP que Casado. Esa es una realidad incontestable que no deberían obviar por su bien y por el del futuro de su partido.

La partida se ha acabado. No hay futuro y deberemos prepararnos para, como poco, cuatro años más de gobierno del PSOE y sus aliados. Máxime si en otra demostración de soberbia y torpeza, se enfrentan con VOX, único que les puede sacar del embrollo en el que se han metido. Ellos solos y cada vez más solos quieren ser lo que no serán. Tanta falta de sensatez, de humildad y tanto engreimiento lleva a esto. Casado se ha revelado con formas que no son, precisamente, una promesa de futuro esperanzadora. Por no hablar de su falta de propuestas. Poco ilusionante fiar todo a su persona.

El PP debe reflexionar. Quedan dos años y este espectáculo va a tener sus consecuencias. Deben saberlo. Los apoyos a Ayuso son, como todos en política, irracionales, de sentimiento y adhesión. Su caída se llevaría por delante muchos votos. Creer que los van a recuperar es ingenuo. Sobre todo porque Ayuso no se va a mantener en el silencio y someterse. Eso es un imposible visto lo que ha sucedido. Y eso no significa que la candidata fuera ella. Deberá ser quien tenga la capacidad para superar esta crisis. Y Casado, que la ha creado, debe dimitir inmediatamente.

Los partidos siguen confundiendo la democracia con sus intereses. Creen que son ellos los que representan al sistema, sin darse cuenta de que nos representan a nosotros. Y que a nosotros nos importan bien poco sus luchas intestinas, sus soberbias irrefrenables, sus pugnas y traiciones. Cansan y deslegitiman la democracia. Y llaman al desencanto. Eso ha hecho Casado que tenía la responsabilidad como presidente del PP, no solo el poder. Una diferencia notable de conceptos. El poder no da lo que no se tiene, antes al contrario, expone la realidad desnuda de quien lo ostenta o detenta. Y desde su llegada, medio partido fue obviado y el otro medio quiere dejarlo en un cuarto y mitad.

Casado, que repite con razón la obligación de respetar la presunción de inocencia, la ha obviado en este caso, condenando a Ayuso por lo penal antes de ser juzgada e imputada o, en su defecto, por lo ético. A casi nadie he escuchado una reprensión tan dura como a Casado respecto a Ayuso.

Los votantes del PP, en su inmensa mayoría, han decidido que Casado ha fortalecido a Sánchez, se han sentido desasistidos, abandonados a su suerte. Intentar aparecer como el adalid de los valores de honestidad en un asunto de mascarillas en pleno confinamiento es tan excesivo, como lo es que la izquierda haya deducido denuncias hechas en media hora y con recortes de prensa. Como nos pongamos a investigar todo lo sucedido entonces, van a acabar pidiendo la hora de rodillas todas y cada una de las Administraciones que hicieron lo que pudieron o no, quién sabe. Y como hagamos lo propio con hermanos, padres y demás consanguíneos, no queda nadie a salvo.

Piensen en el PP. Quedan dos años y Casado no ha resistido. No podrá remediar lo mal hecho. Solo puede quedar uno de los dos y los votantes han decidido ya. En democracia nadie es eterno y la suerte está echada. Todo lo demás es no querer ver la realidad. Casado no será. No tiene futuro. La calle ha hablado y no verlo es ceguera.

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