«Si quemáis el papel, no quemáis el pensamiento a él confiado, y menos aún el que está en mi cerebro», Ibn Hazm.
A las personas de nuestra generación, en nuestro país, se nos hace difícil imaginar un bombardeo. Me cuesta entender qué se siente al escuchar el fatal ruido de los aviones acercándose, a tus vecinos y vecinas gritar, con tanto miedo metido en el cuerpo. Agarrando a tus hijos, a tus padres o a tus hermanos, como si ese abrazo fuera capaz de repeler las bombas que están a punto de caer. Se hace imposible llegar a imaginar los escalofríos que deben recorrer tus entrañas al sentir el suelo temblar, los edificios caer o la metralla destrozar tu cuerpo. Ver muerte alrededor de ti donde tan solo unos minutos antes había vida.
Cuando el pasado domingo me encontré en el acto que conmemoraba el bombardeo de Xàtiva en el final de la Guerra Civil, pensé en todo esto. En las vidas aniquiladas justo en el lugar donde ahora, con sumo respeto, recordábamos a las víctimas de ese cruel ataque perpetrado por aviones italianos, enviados por un régimen fascista para, a través de la destrucción y la muerte, ayudar a instaurar otro régimen fascista en nuestro país.
En Xàtiva, ese 12 de febrero de 1939, murieron 145 personas y fueron heridas más de 200. Se le conoce como el Guernica valenciano.
Y este día, tal y como hacemos cada 25 de mayo en Alicante, o en cada fosa que se abre, nos unimos a la obligación y deber de defender la Memoria Democrática. La urgencia de no olvidar, de recordar y honrar a quienes sufrieron la embestida del fascismo y el castigo del olvido programado por la dictadura.
Casualmente, y como me recordó un buen amigo setabense, coincidía este acto con la conmemoración de los 1000 años desde que Ibn Hazm, filósofo y narrador andalusí, comenzara a escribir en Xàtiva El Collar de la Paloma. Tratado sobre el amor y los amantes, una de las mejores obras de la literatura árabe.
Y ¿se puede unir un bombardeo y un tratado de amor? Pues como bien me señaló este amigo, es vital contrastar que ante las bombas que vomitaron aquellos aviones fascistas, frente al fanatismo que sega y que obnubila las mentes, la respuesta está en el amor, en la convivencia y el recuerdo. Recordar es ensamblar con la auténtica reconciliación, la que permite que ningún nombre, ninguna vida, se quede sin una flor que la recuerde, sin una lágrima sin tierra donde caer.
De eso trata la difusión y estudios sobre la Memoria Democrática, de mostrar al mundo que las injusticias y la violencia de quienes rompieron el orden constitucional y la democracia en España tuvieron sus víctimas, un inmenso número de ellas, olvidadas durante años, enclaustradas en el recuerdo clandestino de familiares y amigos.