Muy al principio de la fase álgida de la actual crisis de Ucrania Joe Biden tuvo un lapsus linguae en el que vino a asumir como mal menor que Rusia se hiciera con las regiones rusófilas y rusófobas; o sea, justo lo que ahora está ocurriendo. Así que todas las gesticulaciones y terribles medidas no militares que ahora se adopten para castigar la invasión formarán parte del mismo libreto, lo cual, siempre que la cosa quedara ahí, no sería otra cosa que un modo de salvar la cara las dos partes hacia sus parroquias. Desde luego quedaría totalmente fuera de agenda la entrada de Ucrania en la OTAN, Putin perderá el monopolio de abastecimiento de gas a Europa con el que soñaba, Europa tendrá que tomarse más en serio su defensa y un día habrá que formalizar este retoque en el orden mundial. Este, bien mirado, sería un final bastante asqueroso, pero razonablemente asumible de la película.
