Pasa el tiempo y parece que no pasa nada. Pasan las horas y parece que no pasa el tiempo. Pasan los años y ya no queda ni tan siquiera la vergüenza de reconocerte en tus amigos. Qué tristeza, qué desolada turbación por el resto de tu vida. Por olvido, por distancia, por desmemoria cautiva, porque así nos dicta la vida sus renglones, porque la memoria se hace tan selectiva que llega a olvidar la excelencia, la amistad, los encuentros y desencuentros, la vida en un instante. No pasa nada, solo el tiempo, la tristeza y la certidumbre de lo que ya nunca volverá a ser. Pero te recuerdo.

Mi amigo Nacho Bustos se ha marchado para siempre en un silencio de años adormecidos, de una distancia nunca querida pero impuesta por el curso de la distancia, por los vanos recuerdos ahora irremplazables, por tantas malas interpretaciones que los dibujos adormecidos imponen en una vida difícil, ajena, estrecha y fugaz. Por los olvidos y las dudas, por la penitencia eterna. Por el llanto irremplazable. Por los miles de horas compartidas que se convirtieron en años de segundos. Por todo lo que he olvidado y ahora me olvida a mí. Por todo lo que me impide llorar más y no dejo de sangrar. Por tanto que aprendí de ti y ahora recuerdo. Por nuestra inmensa amistad un día dormida.

No quiero que te vayas sin decirte cuánto afecto te he dispensado, cuántas distancias nos han acercado en la lejanía, cuánto me siento dolorido por no verte otra vez, nunca más; por no haber atendido los silencios que nos unían. Pero sí quiero decirte, mi buen y gran amigo, compañero, abogado, viajante, confidente, que hoy me siento más vulnerable que ayer; que hoy ya no recuerdo las alegrías que compartimos juntos; que ahora ya soy mucho más pequeño que cuando nos conocimos, cuando éramos mayores; que ya me van quedando menos palmeras vencidas de mi añorada, tu añorada Explanada, a las que llorar. En tu ausencia, en mi hipnótica amnesia, sigo recordando miles de libros que dibujaron en sus páginas miles de páginas que jamás podrán reproducir los libros que pudimos compartir.

Es hora de descansar. Por eso descanso con abandonada resignación el paso de las horas, los pulsos de los días, a la espera de que algún día alguien nos diga qué fue lo más importante de nuestras vidas; si valió la pena cursar estas páginas de un libro ingrato, fatal, que nos devuelve siempre al prólogo. Si ha valido la pena tantas alegrías, efímeras, para tanta tristeza eterna. No me olvides, tú que ya estás en el lado del recuerdo. Yo intentaré seguir peleando con ese libro que nunca pone fin a sus largas páginas de amistad, querido amigo.