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Joaquín Santo Matas

Putin y el separatismo catalán

Vladímir Putin.

Nadie puede dudar ya estos días que Vladimir Putin es un megalómano imperialista con el deseo de expandir su imperio de terror y sembrar el caos con sofisticados ciberataques y la confrontación en amplios lugares del planeta.

Viejo comunista y agente del KGB, el siniestro servicio secreto soviético, reconvertido en falso demócrata y amante de los lujos capitalistas y el dinero, supongo que admirador a partes iguales del nacionalsocialismo y el stalinismo, puede que hasta de los malvados de las películas de James Bond, a uno de los cuales se le parece mucho, me asombra escuchar en algunos foros que es un nacionalista de extrema derecha, quizás porque contó en su día con apoyos como el de Marie Le Pen.

Pero no hay más que ver en la ONU qué cinco países, incluidas Rusia y su satélite Bielorrusia, han votado en contra de condenar la brutal invasión de Ucrania, comenzando por la más feroz dictadura comunista existente en la actualidad, Corea del Norte.

Hace menos de dos años Mario Vargas Llosa fue rotundo al afirmar que el nacionalismo era el causante de las peores catástrofes históricas. Y el devenir de los hechos le sigue dando la razón.

Sentadas las bases de que Putin ha establecido en Rusia una parodia de régimen democrático que ya no se creen más que los tontos útiles, y en España hay unos cuantos, y sus leales seguidores, eliminando a la oposición, deteniendo a los que condenan en la calle la masacre ucraniana, incluida una anciana nonagenaria, desconectando las redes sociales para desinformar a la población y manteniéndose en el poder por mor de unas elecciones en donde la perfección de un sistema informático manipula los resultados y oficializa el pucherazo, quiero detenerme en un caso que, sorprendentemente, no ha tenido la repercusión mediática que merecía y se dio a conocer el pasado 25 de enero: la investigación que va a llevar a cabo el Parlamento Europeo de cara a ratificar las sospechas fundamentadas de que el Kremlin está apoyando firmemente el ‘procés’ catalán para desestabilizar a España.

Parece ser que agentes rusos llevan tiempo contactando con el entorno más directo de Puigdemont, del que resulta muy sospechosa su ‘desaparición’ de la primera línea de actualidad catalanista, cuando antes aparecía cada dos por tres montando sus ‘numeritos’. ¿Está a la espera de que escampe el tema de Rusia?

Mientras, de nuevo la Europa democrática se estremece y recela del gobierno español cuando ve que en Estrasburgo Izquierda Unida y Bildu se abstienen de condenar la masacre rusa en Ucrania y hay adláteres que se manifiestan exhibiendo las viejas pancartas de ‘Bases No. OTAN fuera’.

Yo espero que la sensatez, difícil en los totalitarios, gane la partida y al menos los españoles no olviden, a la hora de votar en las urnas, quiénes se manifiestan en favor de la libertad de los pueblos y quiénes, por no se sabe qué intereses espurios, no se atreven a condenar con rotundidad la más espantosa violación de los derechos humanos, o hacen un mito de una supuestamente idílica Cataluña independiente de cuya realidad actual establece similitudes con Ucrania el inefable Oriol Junqueras.

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