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Francisco Esquivel

En medio del baile

La traductora y lingüista Katharine Gun.

Hay quien recordará el caso de Katharine Gun. Restaba un mes para que tuviese lugar la cumbre de las Azores y tanto la administración estadounidense como la británica perreaban por hacerse con el plácet internacional para poner los misiles mirando a Irak. A sus 28 años hacía relativamente poco que había accedido a la sede de Comunicaciones del Gobierno en Londres sin saber bien a qué dedicaba sus esfuerzos el departamento en el que traducía del chino mandarín al inglés los textos que le llegaban de la superioridad. Aunque Kathy no era una activista al uso se le hacía bola cada vez que veía a Tony Blair dando por sentado todo aquello de lo que los inspectores sobre el terreno no tenían constancia. Esa mañana la sección al completo recibió un correo proveniente de la Cía en el que se daba cuenta de una operación secreta para poner micrófonos en las oficinas de Naciones Unidas de los seis «países oscilantes» destinada a presionarlos con tal de decantar la resolución hacia los propósitos de George Bush y su cohorte a la manera más o menos en que Trump hizo con Zelenski persiguiendo que lo ayudara en su campaña. Mientras un conocido nuestro colocaba tan orgulloso los pies sobre la mesa en las Montañas Rocosas junto al gran jefe blanco, aquello sin embargo fue demasiado para uno de esos seres que no soporta imaginar lo que se les iba a venir encima a cientos de miles de criaturas iraquíes y que hoy andará devorada por dentro con las estampas ucranianas. El estatus de Katharine Gun saltó por los aires al filtrar una copia a «The Observer» y confesarlo. Le hicieron la vida imposible, a su marido turco estuvieron a punto de subirlo a un avión deportándolo y así un año hasta celebrarse el juicio por violar la Ley de Secretos Oficiales. Al llegar el día y, ante la incredulidad y estupefacción del juez, el Gobierno retiró todos los cargos tras la maquinaria puesta en marcha temeroso de que salieran documentos sobre la ilegalidad de la guerra que lo incriminaran. En casa, esto Putin se lo ahorra.

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