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Adrián Ballester Espinosa

La tormenta perfecta

La gasolina sigue en su espiral alcista.

La tormenta perfecta es una expresión que describe un evento en el que una rara combinación de circunstancias agravará drásticamente una situación. El término también se usa para describir un fenómeno real que ocurre en tal confluencia, resultando en un evento de magnitud inusual.

En el terreno político también se pueden generar tormentas perfectas por la sucesión de hechos que tratados individualmente a priori, no van a tener un impacto negativo. Sin embargo, la suma de todo ellos pueden tener consecuencias imprevisibles y no controladas en las que las decisiones son más importantes que nunca y donde no vale esperar a que escampe el temporal.

La política no es una ciencia exacta y las tendencias son muy cambiantes. Si el ejercicio del voto se ha convertido más en un acto sentimental que un acto racional, las fluctuaciones económicas y sociales pueden afectar a la planificación política. No hay encuesta que aguante, excepto las que hace el CIS de Tezanos, el incremento del malestar social ante una situación que cada vez se ve más negra y donde no se ven precisamente aquellos brotes verdes que decía el ex ministro Solbes.

Si el pasado veintidós de febrero, Pedro Sánchez afirmaba en sede parlamentaria que no convocaría elecciones ante la crisis del Partido Popular, sin duda alguna, ahora tendrá muchas menos ganas de convocarlas. Seguramente pensaría el secretario general de los socialistas, aquello de “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”.

El precio de la luz sube cada semana. Si nos parece de récord una semana, a la siguiente vuelve a subir más. Sobre los carburantes, más de lo mismo; precios subiendo sin cesar. Continuamos con los sectores que ya se han declarado en huelga, como el de los transportes que ignoran y dicen que son la extrema derecha. Crisis de suministro de alimentos básicos. Crisis de materiales en las empresas. Cancelaciones de contratos por el aumento de los precios o por desabastecimiento. Un suma y sigue. Con cualquier persona que hables te traslada su preocupación por la situación.

El malestar social sigue creciendo. Los sindicatos desaparecidos sin saber a quién representan o lo que representan. Quedan pocos conejos de la chistera para sacarse e intentar desviar la atención hacia otra cosa porque la situación es muy grave. El gobierno se ha especializado en defender con uñas y dientes una posición para al día siguiente defender exactamente la contraria. ¿Qué credibilidad se puede tener de esa forma?

¿Cuál es el plan para atajar esta situación? ¿Qué están haciendo otros países de nuestro entorno? Es posible tomar nota y hacer algo. ¿El plan no es hacer nada y dejar pasar el tiempo? Y por cierto, ¿qué pinta Unidas Podemos en el gobierno? Desde que se fue Pablo Iglesias, Pedro Sánchez les ha tomado la medida y cada vez son más insignificantes. La única razón que hay para que se mantengan en el ejecutivo es el ejército de asesores y altos cargos que pueden mantener en nómina pública para los acólitos y niñeras.

Con todo ello, la situación no es fácil ni las soluciones a aplicar tampoco. Pero el problema aquí es que no se propone nada y no queda margen de echarle la culpa a la guerra, a la Unión Europea o a otros agentes urbanos. Puedes inventarte una gira de líderes europeos, montar una crisis con tu socio de gobierno, cambiar la política exterior en asuntos de Estado o cualquier otro elemento de artificio. Al final, eso no aporta soluciones ante los problemas que miles de familias de este país están sufriendo.

Lo que está pasando me recuerda a lo que escribí hace tres semanas en estas páginas y que pueden ver en la hemeroteca de “el político y los tres sobres”. Estamos ante una tormenta perfecta y nada está seguro ni nada es seguro. La incertidumbre es clara y la tormenta parece que no va a amainar.

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