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Francisco José Benito

La Cuarta Vía

F. J. Benito

Los turistas británicos han vuelto, no la vayamos a fastidiar pensando que ya está todo hecho

Gustarán más o menos, pero el fenómeno turístico de la Costa Blanca y su éxito no se entendería sin los visitantes de cualquier ciudad o pueblo del Reino Unido, por mucho que a alguno le fastidien la siesta celebrando los goles del Liverpool.

Un turista británico pide una cerveza en una terraza de Benidorm, donde los ingleses están como en casa David Revenga

Algunos de los buenos ratos que me ha regalado mi trabajo a lo largo de los años que llevo pulsando la actualidad turística de la provincia de Alicante se han producido al sentarme con un café, una cerveza o, simplemente, una botella de agua frente a José María Caballé. El empresario es uno de los pioneros del desarrollo turístico de la Costa Blanca y Benidorm, y del que, en cualquier conversación, por corta que sea, se aprende. El presidente de la cadena Servigroup llegó a estas tierras, como tantos españoles, buscando un futuro, y nunca olvida esa primera mañana del otoño de 1969 en la que se despertó en Benidorm. Subió la persiana del apartamento en el que había pernoctado, y se topó de bruces con esa luz imponente de las que pocas ciudades europeas pueden presumir. Esa mañana decidió quedarse para siempre y con sus socios comenzó algo así como "la conquista de oeste", contribuyendo a levantar el municipio turístico más popular de Europa: Benidorm. Esa ciudad en la que cabe todo el mundo y, por supuesto, los turistas británicos se siente como en casa. Y Caballé bien lo sabe.

Visitantes, los ingleses, que en estos últimos 50 años solo han dejado de venir cuando así han obligado las restricciones impuestas frente al covid, pero que ya han regresado y eso es motivo de felicidad. No sólo para la patronal, que vuelve a abrir sus hoteles y ve movimiento en las llegadas en cualquier punto de la Costa Blanca Blanca, sino también para los miles de alicantinos que comen del turismo, incluidos los que aún esperan en ERTE, este bálsamo laboral que, desgraciadamente, sigue haciendo falta por la crisis que ha desatado la guerra en Ucrania.

Vendrán con la camiseta de su equipo y sus cánticos viendo la Premier en la zona guiri de Benidorm aguarán la siesta más de uno, pero la noticia de su regreso es una gran noticia. Máxime en un entorno social convulso como el que se vive en Europa y que está salpicando incluso más a otros mercados. Ahora bien, ojo, que la invasión cruenta y salvaje del otrora celebrado turista Vladimir Putin no les haya asustado no quiere decir que no sigan las amenazas. El covid sigue aquí, y no se va a ir, como demuestra que tras unas semanas de calma haya vuelto a subir la incidencia. Cuidado con volver atrás. Ahí sigue la factura por pagar que nos ha dejado la pandemia.

El turista británico ha sido, es y será clave para explicar el fenómeno turístico de la provincia, y, no digamos, de Benidorm, aunque el modelo necesite dar el paso definitivo hacia una revisión antes de que sea tarde. El apego de los británicos es tal, que muchos llegan a identificar sus vacaciones en España con el solo hecho de haber pasado un par de semanas en Benidorm. Y así sucede desde que a principios de los 70 un grupo de emprendedores, apoyados por los turoperadores, se lanzara a la transformación de bancales en hoteles para crear la Florida europea, que ha estado bloqueada económica y psicológicamente desde aquel infausto marzo de 2020 en el que todo saltó por los aires y los aviones británicos se dieron la vuelta en pleno vuelo al conocer que el Gobierno español cerraba fronteras para contener al covid.

Una medida necesaria, por supuesto, pero a la que siguieron meses de desconcierto con restricciones a la movilidad que han tenido al turismo noqueado y, en muchos casos, al borde del k.o. ¿De quién fue la responsabilidad? Del virus, por supuesto, pero el Gobierno demostró incapacidad, o pocas ganas, para acompañar a nuestros hoteleros, recepcionistas, camareras de pisos, cocineros, animadores… y también a panaderos, fontaneros, guías, conductores de autobús… en esta nueva etapa.

Incluso hubo movimientos que destilaban una especie de turismofobia como cuando, hace ahora un año, se acercaba la Semana Santa y a alguna mente de las que rodean a Ximo Puig se le ocurrió lanzar una campaña en la mismísima comunidad de Madrid invitando a los madrileños a quedarse en casa y no pisar la playa de San Juan, Benidorm o Torrevieja. Menos mal que la realidad y el sentido común al final suelen imponerse al politiqueo barato y las peleítas de Ximo con Ayuso ya se diluyen por mucho tufo que destilasen meses atrás. En la la provincia de Alicante nunca sobra nadie, ni siquiera aquellos que nos niegan el agua, de actualidad permanente y básica para el turismo.

La Costa Blanca ha perdido desde que se desató la pandemia del covid, en marzo de 2020, el 80% de los turistas del Reino Unido en relación al último gran año, el histórico 2019. Según los últimos datos de Aena sobre el tráfico de pasajeros en el aeropuerto de Alicante-Elche, en 2021 pasaron por la terminal 1,4 millones de británicos, por los 5,9 millones que lo hicieron en 2019. Fíjense sin son importantes.

La crisis económica derivada de la sanitaria ha provocado que el sector turístico acumule unas pérdidas cercanas a los 10.000 millones de euros en la Costa Blanca, lo que representa la desaparición del 70% de la actividad. Hay hoteles que todavía no han vuelto a abrir desde octubre de 2019 cuando cerraron por fin de temporada.

Luego siguió la crisis del covid y la clausura general, de la que no pudieron salir ni el pasado verano. Y algunos, los menos, siguen sin tenerlo muy claro para este. Unos 3.000 trabajadores del sector siguen en ERTE. Cuatro mil comercios han cerrado sus puertas y otra cifra similar persiste con serios problemas para sobrevivir. De la planta de 14.300 bares, cafeterías y restaurantes, el 30%, unos 4.300 establecimientos, no ha vuelto a abrir desde que en marzo de 2020 se produjo el primer confinamiento. Y las ayudas económicas han destacado, en general, y hasta ahora por su racanería.

Los turistas ingleses han vuelto, pese a “lluvias de sangre” (polvo del desierto) y gotas frías. Crucemos los dedos. José María Caballé apela al optimismo, y si él lo dice vamos a confiar en que al final el año se salde con algo más que con un empate. La experiencia le avala.

Posdata: y todo a pesar del histriónico primer ministro británico Boris Johnson, que en una de sus últimas salidas del tiesto se le ha ocurrido comparar la resistencia del pueblo ucraniano con el Bréxit. En fin. Y por supuesto: sol, playa y calidad en el servicio, que pese a que llevemos dos semanas pasados por agua, el temporal de lluvias amainará y los británicos, y los de Cuenca volverán a disfrutar de las playas,.como aquel "beefeater" de la Torre de Londres, que cuando hace unos años le pedimos una foto y nos preguntó de dónde veníamos vimos como se iluminaba la cara en su respuesta: ¿de España? "I love Benidorm". Pues eso.

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