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Carlos Gómez Gil

Palabras gruesas

Carlos Gómez Gil

Carolinas resiste

Imagen de archivo de Alicante

Quedo para charlar en uno de los lugares emblemáticos de Carolinas Bajas, la librería y cafetería Fahrenheit 451, convertida en símbolo de los cambios que está viviendo este barrio, con tres de los vecinos que impulsan desde hace años su hermoso dinamismo hasta convertirse en símbolo del nuevo movimiento vecinal de Alicante. Pero del movimiento vecinal real, comprometido, el que está con la gente y no se pliega a convertirse en simples comparsas de los gobernantes municipales, luchando contra las adversidades y la falta de apoyo para dinamizar uno de los barrios más importantes de la ciudad, construyendo alternativas ante años de abandono.

Quedar una tarde de lluvia en Alicante, ante una mesa camilla y con un café, para charlar sobre un barrio combativo de la ciudad, rodeados de buenos libros, hace que las horas te envuelvan sin tener conciencia del tiempo, escuchando, aprendiendo y conociendo cómo hay muchas personas que no se resignan a que esta ciudad se consuma por la desidia, trabajando a pie de calle para impulsar dinámicas sociales y vecinales innovadoras que apuestan por la revitalización ciudadana a pie de calle.

Con pasión y entusiasmo, Sento Oncina, Anne Ponsart y Fernando Patón me explican toda la trama de actividades que se llevan a cabo en este barrio, las muchas iniciativas singulares que reivindican espacios olvidados, que tratan de regenerar lugares abandonados, que construyen convivencia, que apoyan a la gente más desprotegida, que impulsan propuestas de cultura, deporte, ocio, encuentro, convivencia y fiesta ante el desierto que sufren desde las concejalías del Ayuntamiento y sus responsables políticos. Son tantas las actividades que me van explicando que me cuesta anotarlas en mi cuaderno con orden, porque no dan importancia a esta vitalidad ciudadana, sin darse cuenta de la energía que todo ello representa en unos momentos en los que el asociacionismo vecinal está bajo mínimos.

El barrio de Carolinas Bajas acoge desde el año 2015 una de las iniciativas vecinales de carácter social más valiosas, a través del “Punto de información y denuncia de derechos sociales”, que todos los miércoles por la mañana, en los bancos de la plaza de Les Palmeretes, asesora, gestiona, tramita y acompaña a las decenas de personas que van por allí con sus problemas y necesidades sociales, especialmente en la Renta Valenciana de Inclusión (RVI) autonómica, la Renta Mínima de Inserción (RMI) estatal, así como otras ayudas gestionadas por los servicios sociales municipales. Siete especialistas, vinculados a este Punto de Información, atienden cada miércoles a una veintena de personas, que en ciertas jornadas han llegado a ser hasta sesenta. Algunos esperan desde primera hora de la mañana para contar con una atención que no obtienen en los centros sociales. Hasta el punto de que, con frecuencia, reciben derivaciones de personas remitidas por trabajadoras sociales municipales para que les ayuden en los bancos de esta plaza, llegando atender personas procedentes, incluso, de otros municipios.

Me explican, sin dar importancia al enorme trabajo que llevan a cabo, que el perfil mayoritario son mujeres, muchas de ellas desconcertadas y sin saber qué hacer ante situaciones de auténtica necesidad. Fernando, uno de los voluntarios que atiende en el punto, con años de experiencia en servicios sociales, que ha llegado a dar clases en la universidad, habla con emoción de la alegría que comparten cuando consiguen algunas de las muchas ayudas que gestionan, generalmente después de meses de seguimiento.

Pero Sento y Anna toman el relevo para explicarme con detalle cómo vienen trabajando en los últimos años para transformar el ecosistema social del barrio el mismo día en que, de la mano del sindicato de barrios, han conseguido paralizar dos desahucios de personas vulnerables en viviendas de la Sareb, una entidad pública que se ha convertido en propietaria de un buen número de pisos, sin dejar de impulsar desahucios. Carolinas Bajas es un barrio que también está sufriendo el mordisco de la compra de viviendas y edificios por fondos de inversión para hacer pisos turísticos, expulsando, así, a los vecinos que sufren el encarecimiento salvaje de los alquileres y la falta de viviendas sociales.

Un barrio que no tiene ni un solo parque o equipamiento social, pero que ha conseguido gracias a sus vecinos que haya huertos sociales, un ateneo popular que actúa de incubadora de iniciativas, solares abandonados ocupados para reuniones, fiestas y actividades deportivas, recuperación y plantación en alcorques desatendidos, juegos infantiles, talleres de dibujo, cuentacuentos, embellecimiento de balcones, puntos de intercambio de libros, torneos de ajedrez, pistas de petanca y otras muchas actividades sorprendentes que también se promueven desde la librería Fahrenheit 451, referente cultural, lugar de encuentro y biblioteca con uno de los mejores fondos de esta ciudad. Y todo ello sin una sola ayuda municipal.

Los vecinos me explican que se han cansado de registrar instancias en el ayuntamiento que nunca reciben respuesta, de soportar el rechazo desde quienes gestionan las Cigarreras, del abandono que el multimillonario EDUSI viene protagonizando sobre un barrio al que solo han cambiado papeleras, farolas y aceras. Frente a tanta pasividad, los propios vecinos han decidido demostrar que el barrio de Carolinas resiste frente a la indiferencia.

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