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Javier Cuervo

De París a Valladolid

El debate de investidura de Mañueco escenifica la entrada de Vox en un gobierno autonómico.

La extrema derecha está a las puertas de París y sentada en el gobierno de Valladolid, a la derecha de la derecha mañueca. No ha llegado en naves desde el espacio exterior ni ha cruzado todas las fronteras desde el lejano Oriente ni procede de otra especie del género homo que creíamos extinta.

La extrema derecha de Francia, que refleja su malestar con chalecos amarillos, y compite cada vez más fuerte en la segunda ronda de las presidenciales, no lo sé; pero la española ha sido amamantada aquí con la mala leche destemplada del descontento, un despojamiento de seguridad, riqueza, servicios y empleos y un cuidadoso cultivo de magazines al vacío para entretener tanto ocio sin añadir ninguna preocupación más, que bastantes tiene la vida. Ahora está enardecida por un discurso emocional construido con prejuicios viejos y excitada por el discurso emocional construido con consignas nuevas que llega del otro polo.

Hace 11 años pensaba lo mismo respecto al fraude social cuando veía a los acampados del 15 M que debatían con nivel de tercero de carrera desde el estado de indignación. Algunos círculos de aquello extrajeron el tuétano, montaron un movimiento que se hizo partido que llegó al gobierno en coalición y en él desapareció sin dejar apenas rastro. Ojalá la pareja de hecho castellano y leonesa acabe igual.

En España no hay una simetría entre la extrema derecha y la extrema izquierda. La extrema de izquierda nunca se impondrá mientras que hay algo en la extrema derecha de extrema normalidad que sólo preocupa a la derecha misma en el número de escaños y no inquieta ni al Ibex 35 ni a la Magistratura ni al Ejército ni a la Iglesia ni a la comisión de festejos ni a la señora duquesa ni a las tradiciones ancestrales ni a la dieta mediterránea ni al turismo que nos visita ni a la embajada de Estados Unidos en Madrid.

Otra diferencia entre la extrema derecha y la extrema izquierda son las soluciones que dan al descontento. La extrema derecha tiene un fondo ultraliberal y al mercado no le molestan nada las democracias iliberales.

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