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Rafael Simón Gil

El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

En la guerra y en la paz negociamos, pero yo decido

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

Alguno y alguna de ustedes dos recordará, pese a su juiciosa edad, que cuando era niño, adolescente e incluso feliz e indocumentada, que muchas de las cuestiones contra las que discrepaba solían resolverse por el expeditivo método de la fuerza, bien sea entendida como física, familiar, religiosa, colegial, de amigos o estructural. Pese a que intentabas que tu punto de vista fuera tenido en cuenta primaba el principio jerárquico de quien ostentaba, por cualquiera de los estatus antes dicho, una posición de fuerza imbatible. Hoy ocurre igual, pero en vez de referirlo al mundo del individuo (me quedo meditando sobre El guardián entre el centeno de Salinger) nos trasladamos al de adultos. A la sociedad, a la ciudadanía y sus gobiernos; al fuerte frente al débil en términos de colectividad, de nación y de Boletín Oficial del Estado. Ya puedes razonarme sobre la bondad de tus propuestas, pero esto funciona así: yo hago que te escucho pero al final decido lo que ya tenía pensado hacer antes de reunirnos. Llevado el silogismo a sus consecuencias más prosaicas, fatalistas, la ciudadanía acaba percibiendo un elitismo dirigente que cada vez se separa más del pueblo en nombre de quien dice hablar. De ahí los extremismos que como epítome poético se están imponiendo (poesía maldita, of course, en línea de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Verlaine o, más patrios, Leopoldo María Panero, Ridruejo, Haro Ibars y muchos otros y otras que prefiero conservar en mi escapulario íntimo, ese que dibujó en la Quinta del Sordo Goya).

Nace una salvaje agresión bélica por parte de Rusia y Putin contra Ucrania y, cuando defiendes el derecho a defenderse de Ucrania, te tachan de incendiario, poco reflexivo y belicista. Pero cuando las fotos e imágenes de la carnicería rusa del comunista Putin se imponen contra todo intento de equidistancia buenista, entonces todos se horrorizan y piden a gritos que se ayude a Ucrania con “armas, armas y más armas” (Borrell, el socialista, dixit). Y lo que es más grave; tú has quedado como belicoso incendiario y ellos y ellas como los guardianes del centeno de la dignidad ucraniana, a lo Sánchez. Recuerden el ardor guerrero que ha invadido a @sanchezcastejon cuando al principio de la agresión carnicera de Putin se negaba a enviar armas al pueblo ucraniano. Luego, acuciado por el fantasma de Hamlet y el veneno que invade su oído, le recuerdan que no es bueno que el hombre esté solo (Génesis 2, y Pedro Olea) porque en pocos meses le toca presidir a España (Estado español, según sus socios) la reunión de la OTAN. A partir de esa premisa de fuerza, de oportunidad política, de supervivencia, Sánchez eclipsa el discurso de Zelenski en el Congreso para convertirse en el Robin Hood de las nobles causas. Solo le faltó un detalle: que cualquier pintor de cámara, como David para Napoleón, lo inmortalizado sobre un corcel blanco cruzando la nevada frontera ucraniana (vuelvo a Goya: La fuerza de la razón produce monstruos).

Ahora le ha tocado soportar el turno de la fuerza al resbaladizo Feijóo, invitado al frío Palacio de La Moncloa para comprobar de propia mano que las promesas de una conversación con Sánchez sin posicionamientos previos, sin exigencias preestablecidas, es pura ilusión, un nuevo golpe de fuerza vía hechos consumados o por consumar (BOE). Solo faltó que Sánchez recibiera al gallego emigrado a Madrid como Putin recibió a Macron: una interminable mesa donde quien manda te envía un ordenanza para recoger tus propuestas y arrojarlas a la chimenea de los poetas muertos (Verlaine, Baudelaire, Panero…). ¿Rebajar impuestos? Niet. ¿Reducir el gastro público político que ha aumentado más de un 30% desde la llegada del mesías a Moncloa? Niet. ¿Qué los jueces/vocales del CGPJ se elijan entre ellos, como por otro lado reclama la UE? Niet. ¿Medidas consensuadas en temas de política exterior esenciales para España, como la sorprendente decisión en solitario de Sánchez en el Sahara con Marruecos? Niet. ¿Algún cambio en la errática política de educación que se nos quiere imponer para lobotizarnos con más incultura a base de ideología? Niet. ¿Algo que decir sobre la actual fiscala general del Estado, Dolores Delgado, exministra de Justicia del PSOE, pese al malestar de tantos fiscales de prestigio como Zaragoza, Grinda (fiscal Anticorrupción que señalaba hace unos días que “Obviamente, la actual fiscal general del Estado tiene un lastre, que es determinada relación política por haber sido ministra… Y luego tiene una cuestión personal, que se ha presentado en el procedimiento llamado ‘Tándem’ en el que se pareja, Baltasar Garzón, está ejerciendo de abogado de una de las personas más relevantes y donde parece que no ha actuado de una manera correcta respecto del fiscal Ignacio Stampa”)? Niet. ¿Algo que decir sobre Argelia y su gas? Niet. Es la larga mesa en la que Putin sienta a sus “invitados” para la fotografía reputacional a sabiendas de que luego invadirá Ucrania.

Y claro, tras el dolce far niente de los políticos tradicionales europeos ocurre que en Hungría votan los húngaros, en Polonia los polacos y en Francia los franceses. Así, el Partido Socialista amenaza desaparecer (1´74% de los votos) como ya ocurrió con el Partido Socialista Italiano; los Republicanos, otrora gobernando, cosechan el 4´79%; el Partido Comunista el 2´31%, y suma y sigue. ¿Quiénes avanzan? Dense una vuelta por Francia y lo sabrán. Retomo la Biblia, Mateo 13:50 “Allí habrá llanto y rechinar de dientes”. Se gobierna sin los gobernados; se tritura con subida de impuestos a la clase media; aumenta descontrolada la inflación, el precio de la energía, los alimentos, el despilfarro del gasto político-ideológico (23 ministerios; 2.250 altos cargos; gobiernos autonómicos sobredimensionados, embajadas autonómicas en el extranjero, televisiones estatal y autonómicas sin audiencia, asesores, chóferes, escoltas, vehículos, helicópteros, aviones, asociaciones, observatorios y chiringuitos amigos; cúpulas empresariales, sindicatos, viajes, comidas, salidas al extranjero con más tropa que objetivo). El gasto superfluo, prescindible, supone más de 60.000 millones de euros, según un reciente estudio del Instituto de Estudios Económicos. España se sitúa en índice de eficacia del gasto público en el puesto 29 de la OCDE (74,4 puntos), muy por debajo de la media europea (98,6 puntos). ¿Todo va a Sanidad, Justicia, Policía, Vivienda, Educación, Pensiones? ¡Venga ya! En la guerra y en la paz hago que parezca que negocio, pero yo impongo las condiciones. Es pura supervivencia. A más ver.

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