Opinión
Diplomacia digital
El 4 de abril, el Departamento de Estado de los EE. UU. anunció la creación y puesta en marcha, de manera inmediata, de la Oficina del Ciberespacio y Política Digital, adscrita a ese Departamento. En la escueta nota de prensa se dijo que sus objetivos son “fomentar un comportamiento estatal responsable en el ciberespacio y promover políticas que protejan la integridad y la seguridad de la infraestructura de Internet, sirvan a los intereses de Estados Unidos, promuevan la competitividad y defiendan los valores democráticos”.
La diplomacia digital, un concepto novedoso, va ganando terreno. Quien quiera saber más sobre el concepto debe leer sin demora a académicos como Corneliu Bjola, de la Universidad de Oxford, colaborador del Real Instituto Elcano. Señala Bjola en sus publicaciones que también la política exterior debe afrontar el reto digital, y que hay al menos tres factores que empujan hacia esa transformación digital: la velocidad actual de las comunicaciones, el impacto cognitivo de las redes sociales, y las posibilidades que ofrece el big data para el análisis de las grandes tendencias.
Sin embargo, Estados Unidos no es pionero en este campo. Sigue la estela que marcaron, hace ya varios años, países como Dinamarca o Australia. El primero de ellos creó la figura del Tech Ambassador (techamb.um.dk), para relacionarse como país de tú a tú con las Big Tech y las grandes empresas que están influyendo en el presente y diseñando el futuro. Dispone de sedes en Silicon Valley y en Shanghai, y cuenta con una sólida estrategia, desde febrero de 2021, que describe sus objetivos y planes, siempre en el marco de la protección de los valores comunes, los derechos humanos y la consecución de un desarrollo tecnológico democrático, justo y seguro para todos.
En Australia, su estrategia se encamina al objetivo de ejercer un liderazgo claro en el área del Indo-Pacífico, y de hecho ha alcanzado ya acuerdos notables de colaboración con India. Toda una declaración de intenciones diplomáticas, con un ojo siempre vigilando a China. En Australia se habla de Cyber and Critical Technology Diplomacy, y el foco está puesto no sólo en la ciberseguridad (igual que Estados Unidos), sino que apunta a las tecnologías críticas, definidas como “las tecnologías actuales y emergentes con capacidad para mejorar significativamente la prosperidad, la sociedad y la seguridad nacional de Australia, o que suponen un riesgo para ellas”. Las palabras elegidas no son casuales.
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