Si hubiese muchos alicantinos como Joaquín Santo Matas, además de que la ciudad sería una de las más cultas de España, contaría con uno de los elementos que más necesita: señas de identidad. Porque Joaquín Santo, a estas alturas del siglo XXI, se ha convertido en memoria viva de la ciudad que le vio nacer. Afortunadamente no está solo, pero en absoluto existen tantos estudiosos diletantes como en principio pudiésemos imaginar. Para hacernos una idea, se pueden tomar el Alicante del ayer en serio, como objeto de estudio, tantos alicantinos como ilicitanos, alcoyanos, oriolanos o dianenses puedan hacerlo en sus territorios, con la diferencia de la merma en su padrón.
Concretando, Joaquín Santo Matas acaba de concluir en la Sede de la Universidad de Alicante su 4º ciclo de conferencias de Alicantinos Ilustres (incluyendo a comprovincianos), con Gastón Castelló, Carlos Van Der Hofstadt Alberola, Juan Andrés y Morell, Ruperto Chapí y Fernando Soria. Su entusiasmo hace que ya esté preparando el quinto, que comenzará con la compositora Lola Vitoria.
Las conferencias que pronuncia Joaquín Santo Matas son amenas porque van directas al grano y eliminan la paja. Están sabiamente documentadas. Se extienden lo justo, sin llegar a cansar al auditorio, y están salpimentadas con anécdotas acerca de sus biografiados, que ayudan a conocer mejor aristas de su personalidad.
Es una pena que la edad media de los asistentes sea tan elevada. En general, es una pena que en la Sede de la Universidad de Alicante (aunque en ella se celebren muchas actividades de la Universidad Permanente) se vean tan pocos alumnos del campus de San Vicente. Pero eso es otra cuestión. Las sesiones de Joaquín Santo, eso sí, se pueden recuperar en streaming.
