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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Más sombras al fondo, que hay sitio

Feijoo da su apoyo al gobierno pero considera una “casualidad política no menor” que la noticia se haya conocido hoy. Eduardo Parra

El Gobierno no acepta las medidas económicas de Núñez Feijóo, el plan «responsable» con la idea básica de bajar impuestos y con exigencias en materia fiscal que ni siquiera ovacionan la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España. Organismos que desaconsejan las rebajas fiscales como instrumento para compensar la subida de precios provocada por la inflación. El PP insiste con esa historia «concreta y temporal». Y se desinfla. Porque ya no es la «bajada masiva de impuestos» que Feijóo fue pregonando por todos los rincones del país.

O sea que el decreto anticrisis para hacer frente a las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania, no lleva la firma del líder del Partido Popular, que pretende ejercer de hombre de Estado. A algunos no les importan los intereses de la población, sino el intento constante de dañar al Ejecutivo. El espionaje al independentismo catalán impidió el voto favorable de ERC. Pero ha salido adelante.

El caso Pegasus sigue en pie y requiere aclaraciones. Depuración de responsabilidades si es necesario. Es la punta del iceberg. Con el objetivo de neutralizar un poco el feo asunto, salta el oportunista anuncio de que los móviles de Pedro Sánchez y la ministra de Defensa, Margarita Robles, en difícil situación los dos, fueron espiados con Pegasus en mayo y junio de 2021. Ya saben. ¡Espía como puedas! Esto no debe tapar el «Catalangate», y lo que deja al descubierto el asunto del ciberespionaje en España es el descontrol, la posible complicidad o la incompetencia.

A la legislatura le flaquean las rodillas y está en la cuerda floja. Cuando parece que se salta un obstáculo, surge otro parecido o peor. Las relaciones con los socios del Gobierno de coalición van de choque en choque. Y pueden empeorar. Las fuerzas conservadoras rezan cada día y dicen «amén». En este largo periodo de convulsión permanente se ubica también el impulso de un nuevo orden económico y geopolítico mundial. La pandemia y las bombas de Putin lo están consiguiendo, y las raíces ultraderechistas prosperan en todo el caldo de cultivo.

El hecho de los dos bloques se acentúa. El occidental y el oriental. La globalización de los últimos 30 años navega a la deriva, pero las interdependencias entre países pueden enderezar el rumbo de la nave. Desde 2007, con altibajos, existe crisis, y aunque se supere antes o después, el paisaje seguirá ofreciendo muchas sombras en el horizonte, según los indicios. Un modelo más injusto aún y un cada vez más devaluado orden democrático. Un capitalismo más salvaje y pérdida de poder de los Estados.

Mientras, se celebró el Día del Trabajo con sus reivindicaciones. Contener los precios, aumentar salarios o generar una mayor igualdad. Una economía social más justa. Eso exige perseguir el fraude y la evasión fiscal. Miles de millones no llegan a las arcas públicas y mucho derroche inútil hay de gasto público. ¿Se podrá reparar esto algún día? Forma parte de este sistema de cosas, donde la deuda pública es impagable y los intereses que se abonan son un lucrativo negocio para quien los recibe.

Les sugiero que echen un vistazo al libro «Futuro, ¿qué futuro? Claves para sobrevivir más allá de la pandemia», del economista Santiago Niño-Becerra. En esa dirección, pronostica el aumento del desempleo y de la desigualdad. El cambio climático seguirá su curso irremediablemente. Y el pan, el circo y el uso de las tecnologías continuarán ejerciendo de copa de alcohol para que el personal se evada y no moleste demasiado. No es pesimismo. Es la constatación de ciertas realidades. ¿Séptima ola? Ahí lo dejo. 

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