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José Mancebo

Por un nuevo turismo social

Dos turista del Imserso, la semana pasada en la playa de Levante de Benidorm David Revenga

Esta semana hemos conocido un nuevo revés -el enésimo-, del programa de viajes del IMSERSO. Se ha anunciado que se cubrirán tan solo algo más de la mitad de las plazas (en torno al 60%). Los hoteleros ya advirtieron que los precios de los paquetes eran excesivamente bajos, situación que se ha agravado con la inflación actual, que conlleva un aumento del 20% en los costes y conduce directamente a pérdidas a los alojamientos que atiendan el programa. Vamos, que su principal beneficiario, el sector hotelero, insiste en que no es económicamente sostenible. Y sin embargo, el IMSERSO, erre que erre. El programa puede ser calificado, por definición, de obsoleto, pero me temo que éste último no ha sido, ni será, el único factor que lo está llevando a la decadencia.

El IMSERSO nació en el año 1978 y su programa de viajes fue planteado desde un ingenioso punto de vista, en una España que necesitaba apoyar a su sector de sectores, el turismo, mientras honraba a una generación de mayores que no pudo disfrutar en su día como viajeros en el país que levantaron. Se llamó turismo social y posibilitaba viajes bonificados para mayores a precios asequibles en zonas con una marcada estacionalidad, evitando, además, el cierre de hoteles -con su arrastre en la oferta colindante- en la temporada baja.

En los últimos años, estamos viviendo un cúmulo de despropósitos en la puesta en marcha de los programas de turismo social, que han llevado hasta la desesperación a todos los que concurren a él. Recursos interpuestos por los licitadores, nulidades, fallos en los tiempos, en la planificación, en la concesión o ejecución y un sinfín de problemas que nos apuntan a preguntarnos si ésta será una piedra más en el camino del IMSERSO o la puntilla para un programa que pide a gritos ser revisado y actualizado.

Hoy, ni las agencias de viaje ni los alojamientos son los mismos. Tampoco los mayores, que poco se habla de ellos. Simon Hudson, profesor de la Universidad de Carolina del Sur, publicó en 2009 un interesante artículo sobre cómo diseñar estrategias y mensajes eficaces dirigidos a viajeros mayores, los llamados baby boomers. Hudson nos apuntaba hace ya más de una década, tendencias y expectativas de los (no tan) nuevos mayores que viajan. El turista sénior espera aprender, redescubrir y reinventar, ansía un turismo responsable, tiene conciencia de la salud. Además, añadía el americano, reconoce la ‘customización’ o no del mensaje, busca la autenticidad, la calidad de servicio y las experiencias. Si lo piensan bien, los mayores no andan tan lejos de cualquier segmento de edad, solo que con más canas.

Les pondré un ejemplo más cotidiano, ahora que no queda lejos el primer domingo de mayo. Mi madre, con 73 años, tiene el móvil más actualizado que yo y es cliente premium en Amazon Prime. Es lo que, en tendencias de mercado, se llama una “early adopter”. Ha contratado viajes con y sin IMSERSO, con y sin amigos, ha tomado mil vuelos y viajado sola de la España a la Argentina, como dice la canción. Ella ya demanda el llamado viaje experiencial desde hace tiempo ¿Qué creen que pedirán los mayores de las generaciones venideras?

Quizá este programa esté en crisis. Quizá, simplemente, todo esté en crisis (menos mi madre). O quizá, parafraseando a Gómez de la Serna en su castizo y madrileño Café Pombo, la respuesta sea más sencilla: “¿Todo está en crisis? No, lo que pasa es que todo es cada vez más torpe, más trabado, más insidioso y más retardatario; lo que pasa es que todo es lo que era de forma más descarada, con más cinismo y con más alardes de un declarado <empedernimiento>”.

El programa actual está, diría el prolífico escritor, empedernidamente empedernido y, tan arraigado en sus costumbres que, hoy por hoy, todos salen perdiendo con él. Lo cierto es que necesitamos nuevas recetas para nuevos tiempos. Refundar un Programa de IMSERSO XXI que atienda las necesidades de nuestro sector y nuestros mayores en el contexto actual, en lugar de asistir a este goteo agónico de calamidades.

Más allá de asegurar la viabilidad económica de la iniciativa, necesitamos estrategias que tengan en cuenta un tablero mucho más heterogéneo, con propuestas atractivas para la oferta y demanda. Viajes más versátiles, experienciales, que todo ya no es lo que era. Mayor dotación, apuesta más decidida. Ni el alojamiento, ni los intermediarios, ni los mayores son los mismos. Como tantas veces, pedimos evolución, no revolución. Y mucha más creatividad. Y consenso.

Decía otro genio que, en tiempos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento. Impulsar de forma creativa un cambio profundo y meditado en el programa de turismo social evitaría echar a pique la que es, probablemente, una de las mejores iniciativas públicas que ha puesto en marcha nuestro país.

Nuestro sector y nuestros mayores lo merecen.

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