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José María de Loma

Ventajas de tener un amigo médico

Consulta médica del centro de salud de El Toscar, en Elche. ANTONIO AMOROS

Hay que tener un amigo médico. La amistad de un médico es sana. Si estás enfermo ya sois tres, la enfermedad, el amigo médico y tú, pero el médico tiene querencia por la enfermedad, se va con ella y tú en un descuido puedes escaparte, continuar con tu colección de sellos, perpetrar sonetos, vivir en los pronombres o viajar al Caribe. También te puedes encontrar en el Caribe a un médico y hacerte amigo de él. Cuando uno está de vacaciones en un todo incluido y dándole al mojito suele ser amable e incluso confraternizador. Le salen a uno las palabras «hola, qué tal, de dónde eres» la mar de bien, como si las pronunciara a diario. Y a lo mejor un día la respuesta es «soy médico español» y entonces ya tienes a alguien cerca en caso de que te dé una insolación, te muerda un tiburón o un turista bretón.

Hemos dicho que hay palabras que salen «la mar de bien» pero es verdad que eso es en el Caribe o Marbella, en Mallorca o Florida, pero en Egipto interior o en el desierto del Colorado, la cosa es distinta. Las palabras salen sin la mar. Salen desérticas o piramidales. Como más resecas.

El cielo cura y el médico cobra los honorarios, dijo Benjamin Franklin, no sabemos si antes o después de inventar el pararrayos, que curó a mucha gente, preventivamente, de que lo partiera un rayo que del cielo cayera. Es una forma de medicina, no cabe duda. Ni cabe rayo. Freud sin embargo opinaba que «antes de que te diagnostiquen de depresión asegúrate de que no estás rodeado de idiotas», cosa no siempre fácil, saber cuáles son tus idiotas, dado lo muy emboscada (a veces de simpatía, en ocasiones de pedantería e incluso de bonhomía) que está la idiotez, enfermedad muy común. Hay que tener un amigo médico sin que falten los que prefieren un abogado y los que en realidad cultivan sobre todo la amistad del tabernero, confesor, cómplice y en ocasiones diligente saciador de nuestros etílicos o cafeteros deseos. El café cura cierto cansancio, pero eso corresponde a otro artículo, un artículo sombra o mitad, descafeinado de adjetivos o desnatado para no ofender a ningún político, prohombre del comercio, antenista o poeta paranoico. Ser paranoico no significa que no te persigan.

Hay que tener un amigo médico porque conviene arrimarse a la bondad y el tesón, cualidades que seguro que adornan a alguien que ha hecho seis años de carrera y ha competido en el MIR, que suena a siglas revolucionarias de la Hispanoamérica de los noventa. El médico cuida de sus pacientes, pero nadie dice que hace con sus impacientes. Al respecto, habrá que hacer una consulta.

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