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Luis M. Alonso

El juicio y la cabeza

Margarita Robles. EFE

Margarita Robles ha preferido perder el juicio que la cabeza que pide ERC para mostrar su aparente indignación, y hurgar en la puntual crisis de Estado para sacar de ella beneficios y nuevas concesiones del Gobierno más débil de la democracia. La ministra de Defensa parecía un ruiseñor ajeno a la descomposición moral de este Ejecutivo, pero ha acabado siendo una víctima más de Pedro Sánchez, que no tiene empacho en merendarse uno a uno a los suyos para salvar su culo cuando asoma cualquier dificultad. Esta última consiste en complacer a los independentistas con el fin de que no le den la espalda a una legislatura agónica.

Hace una semana tan solo, Robles defendía la gestión intachable de la directora del CNI y una semana después no ha tenido inconveniente en destituirla, insistiendo además de manera patética en que no se trata de una destitución sino de una sustitución, sin que parezca tener importancia alterar el orden de factores. ¿Además por qué sustituirla si Paz Esteban estaba actuando de forma ejemplar?, como ella mismo defendía hace unos días. La verdad, no es fácil hacerlo tan mal, pero resulta imposible llevar a cabo de manera tan indigna la claudicación ante el desafío nacionalista, que ha vuelto a recibir un balón de oxígeno cuando el globo ya se había desinflado.

Hay formas y formas de tragarse sapos; a veces resulta necesario hacerlo por razones de Estado o por el interés común del país, aquí es precisamente todo lo contrario. Los sapos se tragan por motivos fulanistas estrictamente particulares o sectarios, altamente espurios en contra de los intereses de España y para beneficiar a quienes se han proclamado enemigos de su integridad territorial. Ellos y quienes les apoyan, también desde el Gobierno, vuelven a reclamar coincidiendo con esta nueva crisis rebajas en los delitos de rebeldía y de sedición. ¿Por qué? Pues, tiene fácil explicación, porque está en su ánimo reincidir. 

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