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María Teresa Morales

La guerra, todas las guerras, la guerra

Un soldado ruso encima de un tanque durante el asedio a Mariúpol. MAXIMILIAN CLARKE / ZUMA PRESS /

«… y éramos apenas cinco contra esos muchachos tan valientes que nos hostigaban para quedar bien con el babuino, sin contar los aviones que a cada rato picaban en los claros del monte y estropeaban cantidad de palmas con sus ráfagas».

Julio Cortázar. Reunión, en Todos los fuegos el fuego

«¿Cómo llegamos al punto de iniciar una guerra? (…) Lo que me impactó particularmente fue la declaración del ministro de Economía de Francia de que quieren destruir la economía de Rusia con el objetivo de hacer sufrir al pueblo ruso. Tal afirmación es indignante. (…) Rusia sigue suministrando gas a Ucrania».

Jacques Baud. Coronel del ejército suizo, experto en inteligencia militar y adjunto en la OTAN durante cinco años

«El Informe global para el año 2000» sobre población, recursos naturales, medio ambiente… el informe Carter encargado por dicho presidente de EEUU en 1977, aprobado en 1982 hace ya 40 años, alcanzaba, según el prólogo de Geraldd Barney, «inquietantes conclusiones (...) las tensiones demográficas, ambientales y las que repercuten sobre los recursos naturales se intensifican y determinarán cada vez más la calidad de la vida humana en nuestro planeta. Esas tensiones ya son suficientemente intensas para denegar a muchos millones de personas la satisfacción de necesidades básicas, como alimento, casa, salud y empleo, así como la esperanza de alcanzar alguna mejoría. sugieren reiteradamente un proceso progresivo de degradación y empobrecimiento de los recursos naturales de la Tierra… será preciso que en todo el mundo se emprendan nuevas iniciativas, vigorosas y llenas de determinación, para satisfacer las necesidades humanas a la vez que se proteja y restablezca la capacidad del planeta para sustentar la vida».

El diagnóstico pronosticaba las enfermedades que han acompañado al orden mundial acordado en Bretton Woods al final de la II Guerra, controlado desde entonces por las instituciones que lo han gobernado, Banco Mundial y Fondo Monetario internacional, principalmente. Nublaba ese horizonte la llegada de hambrunas al mismo tiempo que se producía la destrucción de excedentes alimentarios acumulados en «occidente», el desplazamiento de poblaciones en busca de esas «sobras», apropiación del territorio, del agua, de los recursos naturales, fuente de riqueza individual y causa de destrucción del ambiente global. Continuaban las guerras necesarias, «justas», amparadas en la salvación de democracias dañadas, en el crecimiento del ¿mal?, y ocultaban la necesidad de obligar a las gentes a huir de su tierra, para facilitar la explotación de recursos, la construcción de grandes estructuras comunicacionales que facilitaran el tráfico de los bienes acumulables en el mundo enriquecido…

Los organismos que programaron evitar confrontaciones armadas ya en 1946, como la Oficina de asuntos de desarme de Naciones Unidas, hasta organizaciones varias, acuerdos, tratados... contra la proliferación de armas nucleares, biológicas, químicas, convencionales, minas... han perdido fuerza y presencia internacional. También han perdido protagonismo los programas para difusión de la cultura de la paz impulsados desde la UNESCO. Los centros educativos en los que el relato de la guerra ha estado presente en la enseñanza de las lenguas clásicas, la historia, la literatura… (en Grecia, la Iliada; en Roma, la guerra de las Galias; en España, la reconquista y muchos más) añaden hoy, en el siglo XXI, actividades para explicar las bondades de la estructura militar. La violencia no ha desaparecido del lenguaje, está muy presente en el entretenimiento. La venganza es la respuesta frente a la agresión, justifica el aumento del gasto militar en un 2%. El esquema bueno/malo se exhibe sin pudor, sin matices. Parece que la explosión del desorden ha llegado. Las guerras, conflictos armados, evitables, pero no evitadas han dejado facturas muy elevadas: pérdida de vidas, empobrecimiento, inseguridad física y mental, aumento de la injusticia. Sus logros, si los ha habido, no compensan la multitud de sus daños.

«No a la guerra, todas las guerras, la guerra» implica reinventar la educación para la paz, recuperar el valor de las palabras para la resolución de los conflictos, dedicar la investigación científica a los programas de educación social y cooperación comunitaria, el reconocimiento social, académico, educacional de la Carta de los Derechos Humanos. la reversión del libre comercio devorador de energía y de vidas humanas en comercio libre de proximidad, estacional, sensato. Hacer de los parlamentos representativos un espacio de reconversión de los fondos dedicados a preparar la guerra destrucción masiva, personas, animales, cultivos, vegetación, bosques.

Las comparaciones entre el elevado gasto en compraventa de armamento de usar y tirar, o regalar a los más pobres, y el gasto enflaquecido para la educación, la cultura, los programas sociales, son destructivas. La especie que inició su existencia con el desarrollo del cerebro, parece haber frenado su evolución hacia el estado más desarrollado del pensamiento para evitar estos persistentes espectáculos de destrucción que continúan siendo las numerosas guerras con las que convive el «Occidente» y malviven demasiados países.

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