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Francesc Sanguino

Menos aplausos y más industria

Chanel, a su llegada a Madrid. José Ramón Guisado

Ahora que todos parecemos estar exultantes con el tercer puesto del festival de canciones de Europa, naciones vecinas, aspirantes a socios EU, NATO y antípodos, ahora que quemamos las palmas aplaudiendo a la artista, y la envolvemos en la rojigualda o en la senyera como a una Marianne, ahora que el estribillo de Chanel suena en despachos ministeriales, ¿qué tal si hablamos de la realidad de nuestras trabajadoras y trabajadores? ¿Por qué no hablamos de las kellys de la Cultura?

Este país está pendiente de una revolución industrial, o, mejor dicho, tras las dos vividas, es muy probable que llegue la tercera y la industria cultural siga esperando. Este país todavía no ha llegado a la conclusión de que la Cultura es simplemente una industria más. Muchos de mis colegas se rasgan las vestiduras cuando pronuncio esta sentencia. Pero yo insisto en que para que existan unos derechos sanitarios universales y de calidad hemos tenido que crear una industria pública y privada, y para que exista una educación universal hemos tenido que hacer lo mismo. Pero es que resulta que reclamamos unos derechos culturales cuando no nos ha dado la gana de crear una industria porque, a diferencia de muchos otros países de Europa, creemos que la Cultura es un abalorio, un canapé, un adorno, una decoración del sistema. Por eso no hay una política de estado integral sobre nuestra industria cultural, con un sistema fiscal y de Seguridad Social acorde con esa industria, con unos salarios justos, cotizaciones suficientes para no tener que jubilarse a los 90 años, con un sistema educativo que garantice un itinerario y unos estudios superiores adscritos a la Universidad, como pasa en tantos sistemas educativos universitarios de la misma Europa que se ha rendido a nuestra actriz de musicales. ¿No se han preguntado por qué este país ha incorporado a la Universidad a lo largo de la historia las viejas escuelas técnicas, la Educación Física, la Enfermería, entre otras, y ha dejado fuera únicamente las enseñanzas superiores artísticas, salvo Bellas Artes?

¿Qué tal si hablamos de una política donde todas las empresas productoras de cultura tienen un IVA reducido y no solo las empresas que imprimen libros? ¿Qué tal si empezamos a hablar de un IVA reducido de los instrumentos musicales ya que, mire por dónde, somos una potencia europea de intérpretes? ¿Qué tal si esa Europa que nos ha votado más que a nadie en su Eurovisión se le empieza a pasar por la cabeza la creación de empresas for non profit, como sucede en EE. UU? ¿Qué tal si nos damos cuenta de que tenemos un sector cultural donde sus trabajadores son eso, trabajadores, y sus empresarios son eso, empresarios?

¿Qué tal por fin un país que proteja a los trabajadores, que fomente el empleo y la creación de empresas en esa industria? ¿Recuerdan qué hacía Chanel antes de ser seleccionada para esa canción? Se estaba buscando la vida en lo que fuera. Pero consuélense, no somos el único país así. He sabido que la canción de Serbia trataba precisamente de que los artistas allí no tienen Seguridad Social, que tienen la obligación de estar sanos porque no tienen cobertura médica. ¿Saben qué ha dicho Chanel? “Le tengo más miedo a lo que venga después de Eurovisión”. Ella sabe en qué país vive. En España, hemos ido reduciendo los días de cotización por día trabajado, los empresarios han de facturar un 21% de IVA por sus producciones mientras nosotros, el respetable público, pagamos por nuestras entradas un 10%.

Este país hay una ardua tarea política que cumplir desde la izquierda con la industria cultural, con derechos de trabajadores, con el fomento de sus empresas y con la formación de sus profesionales. Y entonces, podremos hablar del estatuto del artista, de mecenazgo, podremos hablar menos de subvenciones y más de créditos ICO. O de una ley de derechos culturales.

Mientras tanto, ustedes sigan disfrutando de la decoración cultural. Sigan aplaudiendo envueltos en su bandera, discutiendo sobre si el feminismo de mamamamama era mejor que el del lololololo.

Yo, cuando hablo de cultura hablo de redactar leyes acordes al siglo XXI, de reforma de otras, hablo de empleo, de empresa, de derechos de las y los trabajadores, de formación superior y profesional, de ciencia, de responsabilidad laboral y empresarial, de industria. Hablo de que tengamos por fin una política nacional (y europea) con respecto a este sector como la que tenemos con todos los demás. Hablo de menos aplausos y más industria.

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