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Marc Llorente

¿Explicaciones de qué?

Iñañi Urdangarin, durante su entrevista en la Cadena Cope. Cadena Cope

Vino a normalizarlo todo y no tiene por qué dar explicaciones. ¿Para qué va a darlas? No puede echar balones fuera ni reconocer lo que todo el mundo sabe. Lo del rey emérito no es un asunto puramente privado, pero la respuesta es «no sé, no contesto». El silencio habla por sí solo y no es preciso añadir más. Quien calla otorga.

Ya no vale decir aquello de «lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». No está en condiciones de rebatir nada, y lo mejor es mirar a otra parte, saludar con la mano o subirse al Bribón. Y que la corte de aduladores le ponga la alfombra y contribuya a blanquear las manchas. Que no se van por mucho que se pretenda limpiarlas con el mejor detergente, en beneficio de la institución monárquica.

Esto no impide reconocer los méritos de Juan Carlos I en la Transición española o su positiva influencia durante el intento de golpe de Estado de 1981. El 23F que quiso subvertir la joven democracia posfranquista y que hoy en día requiere un estudio más hondo y sereno. Su apoyo a la integración europea y la contribución en las relaciones diplomáticas le otorgaron reconocimientos y galardones internacionales.

El héroe de la libertad pasó a ser villano en la segunda parte de la representación. La más controvertida. La corrupción del caso Nóos, con el ingreso en prisión de Iñaki Urdangarin, fue el punto de arranque del deterioro ante la opinión pública. El culebrón tuvo el triste episodio de la cacería de elefantes en Botsuana, donde se rompió la cadera y en la que estaba su entonces amiga íntima Corinna Larsen, la organizadora de la juerga y ahora demandante, ante la justicia británica, por acoso del rey emérito a través del CNI o de sus contratistas. Seguimientos ilegales y difamación desde la ruptura de ambos en 2012. Allí, donde se presentó la demanda, niegan la inmunidad del demandado y ya se verá el alcance del asunto. Simbólico seguramente.

Estos y otros son los acontecimientos pasados de su «vida privada», que van más allá de ese ámbito. Presunta manipulación de fondos reservados, utilización de lo que fue el Cesid, o la complicidad de los gobiernos de turno para arreglar los problemas de Estado con más amantes del intocable rey. Prensa controlada y apoyo de las élites económicas para que nada se supiera de sus aventuras, desventuras e irregularidades.

No olvidamos sus regularizaciones forzadas ante Hacienda, abonando lo mínimo, el fraude fiscal y las comisiones millonarias. La joya de la corona con su fortuna en Suiza o en paraísos fiscales. Los posibles delitos no se han podido juzgar por su inviolabilidad en el momento de los hechos o porque han prescrito. No por inocencia real.

Sea como fuere, esta es una de las más destacadas ejemplaridades del que fue jefe del Estado. La víctima no es él, sino la ciudadanía, aunque a más de uno le traiga sin cuidado. O sea que la higiene democrática brilla por su ausencia como en tantas otras cosas. Lo de siempre. Ahí tienen los últimos audios relacionados con la corrupción del PP, que suele obtener premio en los sondeos electorales.

Por cierto, próximamente estarán en sus pantallas televisivas las series «Los Borbones: una familia real» y «Cristo y Rey» con la sombra de una relación bárbara y un poderoso hombre de Estado. A falta de respuestas personales, la tele canta. Y el daño a la institución aumenta por obra y gracia del rey emérito. Un tema penoso que hasta la Zarzuela, enfadada, lo dice. El desarrollo del regreso ha sido una «enorme equivocación» por la ausencia de la privacidad pactada. El encuentro, con el covid de doña Sofía, y el almuerzo familiar han debido producir indigestión a los comensales.

Aun así, la lideresa Díaz Ayuso, propietaria de Madrid y con ganas de extender sus tentáculos y comerse a Núñez Feijóo, defiende que «el objetivo a batir es Felipe VI y la Transición». Algunos no tienen remedio y se muestran complacientes pese a todo lo habido y por haber. No es extraño. Actúan de forma parecida y se entienden. El padre del actual rey se burla de la población con sus errores. La casa real tampoco explica casi nada, y los perrillos falderos, en lugar de favorecer, perjudican seriamente la salud de la monarquía.

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