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Matías Vallés

Al Azar

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El Supremo define quién manda aquí

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Un uno por ciento de los españoles están preocupados por la independencia de Cataluña según el CIS, muy por debajo de la inquietud sobre el chorizo como ingrediente de la paella. Por tanto, el Tribunal Supremo se inmiscuye en la pacificación, aunque sea mediante un comportamiento impensable en un juez, admitir que se ha equivocado. La inmensa institución rectifica para empeorar la situación, se beneficia de la ausencia de contrapesos para arrinconar los razonamientos jurídicos previos e imponer su santa voluntad, agitando el fantasma de la cárcel para los indultados por el Gobierno. La frase «el Tribunal Supremo es peligroso para las familias y las libertades» existe, y la acaba de pronunciar una política. En concreto, la presidenta del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi.

La arbitrariedad solapada que caracteriza a las profesiones sacerdotales ha sido sustituida por la afrenta descarada, no solo por una lamentable caída del fuste jurídico de quienes atropellan la ley so capa de defenderla, sino por la urgencia exhibicionista. Nadie aspira a ser Oliver Wendell Holmes, pudiendo ser Chanel. La exuberancia bananera de deshacer un indulto ya avalado es más fácil de detectar, pero más difícil de contrarrestar. El Supremo ha leído con atención las encuestas, que decretan la mayoría absoluta de PP/Vox. Desea mostrarle al Gobierno de izquierdas, que no a la Generalitat, quién manda aquí. La utilización como sacos terreros de los independentistas garantiza la aquiescencia popular, ni entonces ni hoy se haría con Emilio Botín.

La resurrección de los indultos, coincidente con la vuelta a la vida de Juan Carlos I también patrocinado por el Supremo, tiene por objeto esclavizar a los perdonados. Es el mismo truco que utilizan los oligarcas estadounidenses, que se querellan por atentados contra su honor. Saben que perderán, pero que mantendrán sojuzgados a los periodistas obligados a defenderse, los cuales se arruinarán en el intento. En efecto, suena menos escandaloso cuando utilizas tu propio dinero. El Supremo justifica el espionaje en masa, los vuelcos frívolos de la doctrina, las condenas a bufones que Europa anula por «infundadas», las euroórdenes de Llarena. En un equipo de fútbol ya hubieran despedido al entrenador y a la mitad de la plantilla.

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