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Jesús Romero Maroto

A vueltas con la Facultad de Medicina

Prácticas con cadáveres en la Facultad de Medicina de la UMH, en foto de archivo. | ÁXEL ÁLVAREZ

El resultado de los exámenes MIR 2022, en los que han quedado desiertas 170 plazas de Medicina de Familia, prefiriendo quedarse más de 3.000 médicos sin plaza antes que elegir dicha especialidad, pone de manifiesto que el problema de la Sanidad en España no es solo una supuesta falta de médicos y abre, de nuevo, la controversia sobre la creación de nuevas Facultades de Medicina.

La reciente aprobación de dicha Facultad para la Universidad de Alicante parece, por otra parte, representar el final de una historia anunciada. La herida que supuso la segregación de dicho grado en favor de la entonces recién creada Universidad Miguel Hernández ha seguido actuando emocionalmente, anulando lo que debería haber sido una análisis racional de las circunstancias actuales y una toma de posición lo más rentable posible desde un punto de vista social. El análisis de los datos existentes sugiere que, posiblemente, la implementación de la nueva Facultad de Medicina es un error igual que el que pudo suponer la segregación. No parecen existir circunstancias docentes, económicas o sociales claras que justifiquen dicha implantación.

La argumentación de que la pandemia ha puesto de manifiesto la escasez de médicos parte de un análisis sesgado e interesado; no ha sido falta de médicos, ha sido falta de especialistas y esto ha sucedido en una serie de especialidades, intensivistas, infectólogos, internistas…, pero no han sido necesarios ni más neurólogos, ni más neurocirujanos, ni más urólogos. Lo que sí ha demostrado ha sido lo que ya habían advertido sociedades científicas, colegios de médicos y sindicatos: la falta estructural de Médicos de Familia, de lo que ni la administración central ni la autonómica habían hecho caso alguno ni tomado ninguna medida. El número de médicos de Atención Primaria, según el Consejo General de Colegios Médicos de España en 2019, era de 0.76 por mil habitantes en nuestro país siendo la media europea de 0.9.

Por otra parte, la solución no es aumentar el número de determinados especialistas indiscriminadamente, sin función en tiempos de no pandemia. Habrá que tomar decisiones más imaginativas, de formación, por ejemplo, de otros especialistas que puedan complementar a aquellos necesarios en tiempo de crisis.

En cuanto a la supuesta escasez de médicos en nuestro país, España ocupa el segundo lugar por número de Facultades de Medicina después de Corea del Sur; ha pasado en pocos años de 28 a 44 y en estos momentos está pendientes de aprobación otras 10. Los últimos datos disponibles, hasta donde yo conozco (2018), muestran que España ocupa el octavo lugar en número de médicos por mil habitantes entre los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), con 4.02 médicos. Alemania tenía en ese momento 4.3; Italia 3.98; Francia 3.17; Reino Unido 2.84 y EEUU 2.61.

Las jubilaciones de la generación baby boom, nacidos entre 1957 y 1967, previstas para comenzar dentro de cinco años y que duraran hasta 2032 se esgrime como otra justificación de la creación de la Facultad. Según cálculos, más o menos aproximados, se jubilarán 1700 especialistas en la provincia de Alicante en ese periodo. Los estudios de Medicina son seis años y la especialización MIR cinco; comenzando la Facultad de Medicina en 2023, los primeros especialistas surgidos de ella podrían incorporarse a los centros en el año 2034. Esto es, cuando ya estén cubiertas las jubilaciones del baby-boom, lo que significará más médicos yendo al paro o emigrando a otros países. Gastar nuestros recursos en la formación gratuita de especialistas para el resto de Europa.

Otro de los argumentos esgrimidos es que los recursos ya disponibles en la Universidad de Alicante harían menos gravosa la implantación de la Facultad. Y posiblemente sea cierto en lo que se refiere a las materias básicas que se imparten en los dos primeros años. El dilema se plantea después, en la formación esencial hospitalaria, donde sin ninguna duda se van a suscitar problemas por la escasez de recursos, que repercutirán en la formación de los estudiantes de ambas facultades.

Otra razón para justificar el tema es que Medicina es el grado donde existe más lista de espera, 3.000 alumnos es el número que se cita. No parece que restando 80 y quedando aún en esa lista 2.920 se haya solucionado razonablemente la situación. Y aquí es donde entra un tema, sin duda importante, que planteaba Juan Ramón Gil en un artículo, en Información (15/05/21): “Medicina para todos”. La injusticia que supone el hecho de que aquellos con mayor poder adquisitivo puedan estudiar en Universidades privadas, no pudiendo hacerlo esos otros con menor o ninguna capacidad económica. No puedo estar más de acuerdo, pero ni la totalidad de las plazas de la nueva Facultad van a ser ocupadas por los estudiantes con menor capacidad económica, ni parece la mejor solución la creación de más facultades de Medicina públicas para saturar la sociedad, junto a las privadas, de médicos, que no podrán ser absorbidos en el mercado laboral. Un sistema generoso de becas, con criterios de selección donde primara considerablemente la renta familiar, solucionaría, en mi opinión, mejor el tema de “Medicina para todos”. Lo haría con mucho menos gasto público que la creación de una nueva Facultad y haría posible, además, que los estudiantes salieran de sus casas a otras ciudades, regiones o autonomías, donde aprenderían a valorar y respetar las diferencias. Ampliaría la perspectiva y aliviaría ese sentir localista y endogámico que se respira en algunos estamentos de nuestro estado autonómico.

El problema de la sanidad española no es simplemente la supuesta falta de médicos, estos han sido expuestos en diversos foros y hay que reflexionar seriamente sobre ellos, pero desde luego las soluciones pasarían, entre otras, por un correcto manejo de los recursos, con estudios creíbles de jubilaciones y necesidades de especialistas, una mejora de las condiciones sociolaborales y una mayor consideración y mejor trato hacia el estamento sanitario. El problema de la sanidad es un problema nacional y eliminar rigideces autonómicas que faciliten la movilidad laboral sería otra medida interesante; desde luego, exigir el conocimiento de lenguas propias de diferentes regiones y nacionalidades en vez de exigir y facilitar este conocimiento una vez conseguida la plaza, no parece el mejor método para captar los mejores profesionales.

En Educación y Sanidad no se pueden sustituir las emociones y las afinidades por el pensamiento racional. Las opiniones no se transforman en verdades científicas por mucho que se repitan y la utilización de ambas partidistamente solo conduce a la disminución de su calidad y, al consiguiente desprestigio del sistema.

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