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Rafael Simón Gil

El ocaso de los dioses

Rafael Simón Gil

De nuestro mundo, al mundo único

María Sevilla, de Infancia Libre.

Debe ser cosa de la edad, o del algún aficionado ejerciendo de filólogo en su hora de maitines (uso “debe ser” y no “debe de ser” por dos razones: porque lo acepta la RAE cuando se expresa probabilidad o suposición, y porque el Diccionario panhispánico de dudas dice que con ese sentido, la lengua culta admite también el uso sin preposición: “Marianita, su hija, debe tener unos veinte años”, Fiesta, Vargas Llosa; “Mi madre no calla con que debo estar anémica”, Melocotones helados, Espido Freire; “Ahí debe haber hasta culebras”, Cien años de soledad, García Márquez). De ahí que, además de culebras y perífrasis verbales, debe ser cosa de la edad la probabilidad que me lleva a la suposición de que nos están cambiando nuestro mundo razonablemente binario -lo bueno frente a lo malo, o, si lo prefieren, lo menos malo frente a lo peor- por otro mundo unívoco, uniforme y uniformado en el que nos ofrecen una sola opción, la peor. Trasladado al lenguaje político, trocar las democracias occidentales por regímenes con escasos miramientos democráticos.

Sentado esto, o de pie, lo más letal del axioma es que quienes fuerzan ese siniestro e irreversible cambio de rumbo no solo son gobiernos totalitarios, grandes oligarcas, globalizadores de codicia paranoica, o dictaduras teocráticas, no; quienes nos conducen conscientemente a ese suicida escenario son también partidos políticos, activistas de redes sociales, grupos minoritarios, medios de comunicación, plataformas que se autodefinen independientes, ONGs de apariencia bienhechora y profetas de lo apocalíptico evangelizando que si no hacemos lo que ellos dicen no hay salvación. ¿El precio a pagar?: la libertad, la democracia, los Derechos Humanos, la dignidad como personas, el acceso a un trabajo justamente remunerado, la familia, los hijos, la libertad religiosa, la libertad de expresión, el derecho a discrepar, la cláusula de conciencia, o el derecho a un información veraz, libre e independiente. 

 Si nos referimos, por ejemplo, a los derechos de la mujer, hablamos de un mundo donde la mujer es tratada como un ser inferior, se restringe su acceso a la enseñanza, se las obliga a ocultar el rostro y el cuerpo para no ser causa de lascivia, les conciertan matrimonios que se consuman incluso siendo niñas, o son asesinadas impunemente. Esta semana conocíamos la noticia de dos mujeres pakistaníes, afincadas en Tarrasa, que viajaron a Pakistán engañadas por sus familiares. Cuando exigieron el divorcio tras matrimonios forzados con sus primos, las asesinaron seis hombres de sus propia familia. ¿Han escuchado las voces de protesta de la izquierda progresista que se desgañita contra el machismo de los españoles? ¿Cuántas manifestaciones han convocado? ¿Qué ha dicho en este otro mundo Irene Montero? Silencio. Pero aquí, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Gloria Calero, habla de una “cultura de la violación” en España tras las presuntas agresiones sexuales de Burjassot y Villarreal, y pregunta, estigmatizando a todos los españoles: “¿Qué os está pasando a los hombres?”. A mí nada, y a ustedes dos tampoco. Como al 99,9% de los hombres en España. Por cierto, ¿si detienen a un inmigrante por delinquir diría “qué os está pasando a los inmigrantes”? No.

Esta semana, el Gobierno de Pedro e Irene concedía el indulto a María Sevilla, condenada a dos años y cuatro meses de prisión por sustracción de menores. Además, le devuelve la patria potestad del menor pese a haber admitido que volvería a delinquir. La mujer retuvo a su hijo de 11 años en una finca de Cuenca, sin escolarizar ni vacunar, encerrado, privado de cualquier relación social y de la que sólo salía media hora al día, con el fin de privarle al padre poder verlo. Esta heroína de la izquierda y la extrema izquierda, a la que han aplaudido cientos de asociaciones feministas, denunció al padre en varias ocasiones sin que ninguna prosperara. Cuando la policía la detuvo, el niño decía que su padre era el diablo. El menor ha conseguido normalizar su vida junto a su padre. La ministra Montero se refirió a María Sevilla y a Juana Rivas como “madres protectoras”, celebrando el indulto como una victoria “en la lucha contra la violencia machista”. ¿Si los hechos hubieran ocurrido al revés habría indulto? No.

En otra dirección, pero en nuestro mundo, se intenta blanquear a un grupo feminista chileno, Yeguada Latinoamericana, que vino a España para colocarse frente a la catedral de Cuenca y otras iglesias, semidesnudas, con indumentaria religiosa, arrodilladas ante una feminista vestida de Virgen, mostrando sus culos utilizando una cola de yegua como prótesis contra-sexual. Con ello buscan interpelar a la iglesia, la policía y el Estado como “las principales instituciones responsables de mantenimiento del legado colonial y la violencia patriarcal”, según el digital chileno El Mostrador. Redacción SER Cuenca publicó: “La acción artística [reparen en lo de “acción artística”] realizada este lunes por el proyecto de performance Yeguada Latinoamericana ante varias iglesias de Cuenca sigue dando que hablar”. Su directora, Cheril Linett, justificó en una entrevista en Hoy por Hoy Cuenca la performance "por los abusos sexuales perpetrados y que siguen impunes, y por la represión que se ha ejercido por parte de miembros de la Iglesia hacia las mujeres y hacia las diferencias sexuales". ¿Realiza Yeguada Latinoamericana esas acciones artísticas en Irán, Egipto, Pakistán, Arabia Saudí o Turquía? No.

Dedico este artículo a la memoria de Bohuslav Martinû (por la cacofonía), el compositor checo de cuya quinta sinfonía -que escucho dirigida por Neeme Järvi- se cumplen 75 años (Rafael Kubelik la estrenó el 28 de mayo de 1947), unas bodas de plata que me hacen reflexionar, sombríamente, sobre las adversidades que Martinû tuvo que salvar para huir del mundo nazi a los Estados Unidos. Nunca pudo volver a su país; el nazismo de Hitler, primero, y el comunismo de Stalin, después, lo impidieron. Es parte del mundo único hacia el que nos dirigimos. Hay muchos otros ejemplos; los iremos señalando. A más ver. 

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