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Florentino Regalado Tesoro

La plaza de los Luceros

Vista de Luceros desde el instituto Jorge Juan Jose Navarro

Entrar dentro del Patrimonio Cultural material e inmaterial de los pueblos y su conservación, resulta ser una de las cosas más complejas que existen, porque es un territorio comanche donde los haya, y cuando uno se aventura a hacerlo, se arriesga a salir trasquilado.

Es un territorio esotérico, ambiguo y cargado de una subjetividad insufrible, dominado por unos sanedrines que viven de pontificar sobre el mismo, haciéndolo siempre con el dinero ajeno, nunca con el propio y sin responsabilidad alguna sobre los desatinos y perjuicios que sus decisiones originan en infinidad de ocasiones.

Dicho lo cual, quiero decir que soy un forofo del Patrimonio Construido, me he recorrido España viéndolo y fotografiándolo, y llevo estudiándolo a mi aire más de veinte años: lo quiero, lo aprecio y pienso que lo que merece la pena del mismo debe ser respetado y conservado por encima de las tapias. Pero aquí es donde reside el nudo gordiano de la cuestión, no nos ponemos de acuerdo cuales son las piezas construidas, qué parte de las mismas hay que conservar y el cómo tenemos que hacerlo, por ejemplo, con los edificios de la Plaza de la antigua División Azul.

Otro ejemplo, en el Parking de la ladera del castillo, por conservar un metro cuadrado del relleno de la seguramente muralla alicantina, como si fuese un jilguero en una jaula, y además tapado con un hule negro desde hace años, se complicó y encareció la estructura y se perdieron, creo recordar, que unas siete plazas del aparcamiento. Y saben Vds. lo que es más triste, que ningún alicantino sabe lo que encierra la jaula que lo envuelve, salvo los responsables de semejante enjaulamiento. Y en contrapartida, un magnífico convento del siglo XV en Garrovillas, Cáceres, con su claustro, bóvedas y su espléndida Iglesia gótica, se está viniendo al suelo, porque no hay recursos para conservarlo, salvo como gallinero. En fin, cosas de esta España nuestra. Pero vayamos a la Fuente de Los Luceros.

En mi opinión, el auténtico valor de las esculturas de la fuente, reside en los bocetos y los moldes que realizó Daniel Bañuls en 1930 para la misma, todo los demás resulta irrelevante y dejado en manos de unos operarios que no estuvieron a la altura del escultor. El material con el que se rellenaron los moldes, fue un mortero poroso de mala calidad que protege malamente de las oxidaciones los hierros que sostienen interiormente las piezas construidas, al carbonatarse con el CO2 del aire. La temperatura, las humedades y el oxígeno, se encargaron de penetrar en el interior de los morteros e ir oxidando poco a poco las piezas metálicas interiores de las esculturas. El metal al oxidarse, incrementa su volumen entorno a ocho veces y al expandirse, poco a poco va fisurando los morteros que lo recubren, y así se desarrolló el cáncer de las esculturas de la fuente. Pienso que fue a partir de iniciarse las fisuraciones, cuando las mascletás empezaron a hacer algo de daño al monumento y no antes. Como arreglar unas oxidaciones metálicas en el interior de estas piezas es muy complejo, traumático y difícil, pues en el estado en el que se pueden encontrar, obliga a tener que sustituir los aceros en una gran parte de las mismas. Hace ya mucho tiempo y dinero, que debería haberse actuado con los moldes que existen de las mismas y si no existen, deberían existir, de una manera prácticamente definitiva. Bastaría colocar en los moldes barras de acero inoxidables, de fibras de vidrio o de carbono, y rellenarlos de nuevo con un mortero aditivado con resinas y fibras de propileno y un hidrofugante, para tener las esculturas intactas más de 100 años con mascletás y sin mascletás. Me imagino que esta filosofía se habrá aplicado parcialmente al menos en la última restauración, puesto que todas las anteriores fueron brindis al sol, habida cuenta de los resultados que se obtenían. Otra cosa son los peligros que cualquier aglomeración lleva consigo que, si se aplicaran tanto en Valencia en las Fallas, como en Pamplona en los San Fermines y en San Periquín del Mono, habría que estudiar con sumo cuidado, porque existir existen. Seguramente el Sr. Alcaraz me acuse de negacionista, pero qué le vamos hacer, uno es como es, y ya a mi edad, no dejaré de decir lo que pienso, al menos con ciertas dosis técnicas y algo de sentido común, cosa que muchos no hacen.  

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