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Antonio Ortuño

Marzà; camina o revienta

El exconseller de Educación, Vicent Marzà. Fernando Bustamante

No les miento si les digo que desde que Vicent Marzà abandonó el barco de la educación valenciana, han sido pocos los días que no haya pensado en él; en cuáles fueron los posibles motivos que le empujaron a tomar tan sorprendente decisión. Entiéndanme, no es que me quite el sueño, ni mucho menos, pero sí siento una curiosidad sana de saber los motivos, las causas por las que se aleja de la primera plana de un gobierno en el que daba la sensación de que se sentía cómodo, muy cómodo. Tampoco quiero pecar de ingenuo, sé que nunca lo sabré. Soy consciente de que jamás conoceremos los verdaderos porqués de Marzà para cambiar un camino por otro; esos, imagino, los compartirá en la intimidad, siendo su almohada, al menos uno de sus testigos.

Cuando a mediados del mes de mayo, el ya exconseller valenciano anunció: “Dejo educación porque es necesario fortalecer Compromís”; sin dejar nada claro, sí creo que Vicent Marzà dejó caer varias cosas, varios supuestos que ahora trataré de explicar.

Primer supuesto: No corren buenos tiempos para Mónica Oltra, la lideresa de los anaranjados-rojizos. El apoyo del fiscal a la imputación de la vicepresidenta del gobierno valenciano, por “indicios relevantes” de ocultación en el caso del abuso de su exmarido a una menor, tiene visos de dejar a la Coalisió Compromís como “pollo sin cabeza”. Marzà, bien o mal aconsejado, el tiempo lo decidirá, se podría postular como el sucesor de Oltra y encabezar la lista del partido de izquierdas valenciano para las elecciones autonómicas del 2023. De hecho, cuando se le pregunta por esta posibilidad, como los políticos de nivel, ya contesta con evasivas, sin responder, echando balones fuera y recurriendo a una inusual modestia afirmando que: “Estaré donde quiera mi partido que esté, barriendo la sede o donde se considere”. Que sea una buena opción, solo las urnas tienen la respuesta. Solo le auguro que de momento se despida de buena parte de los sesenta y tres mil votos cosechados las pasadas elecciones en la provincia de Alicante. Y es que las políticas lingüísticas del Sr Marzà han sido para los votantes de Compromís como el caballo de Atila para la hierba.

Segundo supuesto: Es posible que Vicent Marzà haya caído en las garras de los titiriteros enloquecidos que dirigen a los políticos españoles. Es posible que lo hayan convencido de ser el protagonista de una adaptación de la película que ya se estrenó el pasado cuatro de mayo en Madrid. La película de la que hablo, bien podría titularse: “¡A mí la izquierda, menos los del PSOE!”, o “Me debéis una, he sacado a Pablo Iglesias de la Moncloa”. En ese mismo vodevil, fue donde se enfrentaron Isabel Díaz Ayuso y el podemita Iglesias, que renunció a su vicepresidencia en el gobierno de España para convertirse, según él, en el azote de la derecha y la extrema derecha. Él se autoeligió para acabar con las hordas azulonas y verdes que ansiaban el poder en la comunidad de nuestra capital. El final ya lo conocemos todos. Un PP a solo cuatro escaños de la mayoría absoluta que formó gobierno junto a VOX, y un Pablo Iglesias aplastado por su propio ego y defenestrado de la primera línea de la política. Vicent Marzà, tal vez poseído y aupado por el fantasma de William Wallace o el del mismísimo Don Pelayo, se siente en la obligación moral de alejar otra vez a los azulones y verdes de los puestos de gobierno, esta vez de la Comunidad Valenciana. Si se repite el guion, si no consigue cambiar el final madrileño, a la izquierda del partido socialista valenciano solo quedará un erial y la incapacidad de gobernar en soledad. Y Marzà se verá arrojado de la política activa, muy pronto olvidado, y purgando su fracaso en cualquier puesto de poca relevancia política, aunque sea barriendo, limpiando y fregando la sede de Compromís, por cierto, un trabajo muy digno.

Como decía Antonio Machado, allá por 1912: “Españolito que vienes, al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas, ha de helarte el corazón.”. Si verdaderamente es una de las dos suposiciones que expongo la que ha motivado al señor Marzà a alejarse del gobierno valenciano; ¡Qué Dios nos guarde! Veinte años tardó la izquierda en hacerse con el gobierno de la comunidad. Dos legislaturas, ocho años después parece que se vuelven a cometer los mismos errores y los de izquierdas cada vez tienen más probabilidad de eternizarse de nuevo en la oposición. En Madrid, la caída de Pablo Iglesias dejó paso libre a una prometedora izquierdista como es Yolanda Díaz. Si en nuestra comunidad cae Mónica Oltra… ¿qué? No. Precisamente Marzà, sumar no suma mucho, más bien resta. A nivel personal, el exconseller de educación tiene todos mis mejores deseos. A nivel político estaría bien que ya diese un paso atrás. Quizás haya por ahí una “Yolanda” valenciana que tenga tiempo de poder sumar. Y Vicent Marzà podría incorporarse a las aulas de su escuela y así cataría de su propia medicina, que no le vendría mal, nada mal.

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