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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Cumbres de guerra y paz

Volodímir Zelenski.

El final de la Guerra Fría aconteció en 1991, y ahora todo está caliente no solo porque el termómetro suba de nivel. El escenario bélico sigue teniendo lugar en la Ucrania de Zelenski. Pero podría ampliar su campo de acción. Los actores geopolíticos, que luchan por la influencia en Europa del Este, juegan a echar leña al fuego. Además de las armas que los distintos países han ido enviando, el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz tiene un objetivo defensivo. No obstante, la destrucción general (desde el pasado mes de febrero) y la crisis humanitaria siguen su curso.

El choque y la tensión se agravan y se alargan. Todo ello conduce hacia peores circunstancias aún. Putin continúa el desaguisado con su delantal de matarife. La defensa del territorio ucraniano y la intención de evitar más sufrimiento no funcionan. Y acecha el fantasma de una contienda internacional. Frente a la capacidad de agresión rusa, residen «las graves carencias de los ejércitos europeos», se afirma. Aun así, el mundo destinó más de dos billones de dólares en gasto militar, en 2021, una cifra récord que ahora queda superada. El rearme es la respuesta a la actual acción bélica. Esa industria está de enhorabuena. Defenderse, aunque nos quedemos sin comer, es una de las prioridades. La deformación grotesca no tiene límites.

La cumbre de la OTAN en Madrid quiere ser una forma de responder al desafío ruso y presenta nuevos aspirantes, Finlandia y Suecia, llamando al timbre de la «alianza de democracias». O sea que bríndese por la paz y la prosperidad colectivas, que se va por el camino más acertado. La familia europea, bien, gracias. Expansionándose para defendernos peor y en estado de máxima alerta ante la posibilidad de agresión a cualquiera de sus miembros.

El secretario general de la organización atlantista, Jens Stoltenberg, liderada por Estados Unidos con su arsenal nuclear bajo el brazo de Joe Biden, cree que Ucrania puede ganar la guerra con el apoyo de los aliados y miles de millones de dólares, y que la invasión de Putin está perdiendo fuelle. La solidaridad de diversa índole es necesaria, sí, pero la prudencia no está siendo la nota más sobresaliente en este panorama para gritar. Puede haber más desestabilización, a ver quién tiene mayor influjo global, o seguimiento del poder disuasorio de Occidente ante Rusia y sus armas nucleares.

Lo que hay en el fondo del asunto es una guerra entre Putin y Estados Unidos. Los peones en el tablero antirruso de Biden, por el control de los intereses geopolíticos y económicos, son los países de la UE, y los perdedores son siempre las personas de allí, de aquí o de allá y los que se baten directamente en el campo de batalla. Por eso, frente al renacer y a la transformación de la OTAN han tenido lugar la Cumbre por la Paz Madrid 2022, un cónclave que choca con la situación internacional de militarismo creciente y patriarcal, y una manifestación celebrada y otra prohibida por la Delegación del Gobierno en Madrid. ¿Razones de seguridad o un ataque a la libertad de expresión?

Los grupos netamente de izquierda defienden una transición hacia el desarme completo, poniendo el énfasis en las verdaderas causas de inseguridad mundial, como son el hambre y la pobreza, que nadie está interesado en solucionar nunca. Y negociación y educación para la igualdad. La cultura de la no violencia, la fuerza de la razón por encima de la fuerza de las armas, es una utopía en este orden establecido por las clases dominantes.

«No dispares más», dice la nueva canción de Gurruchaga. Sigue sin interesarle a casi nadie apostar por la vía del diálogo para solucionar cualquier conflicto y conseguir un alto el fuego. Otra crisis económica en favor de quienes más tienen. Que azota al estado de bienestar de los países, que no combaten directamente, y a los derechos sociales de la gente de a pie. Siempre paga la factura y abonará también los enormes gastos de una reconstrucción posterior de Ucrania.

Frente a la inflación, el pago único de un cheque de 200 euros de ayuda para familias vulnerables de bajos ingresos, del paquete de medidas anticrisis de Pedro Sánchez, no contribuye a cambiar el problema de fondo, sino que es un poco de árnica para reducirlo. Aparentemente. La buena voluntad y el interés electoral bailan pegados. Y las bombas de todo tipo continúan. Ya han visto la tragedia del salto de la valla de Melilla.

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