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Antonio Sempere

Los Juegos Mediterráneos

Inauguración de los Juegos Mediterráneos en la edición de 2018

Si existe alguna ciudad española vinculada a Orán es Alicante. El aplazamiento de los Juegos de Tokio provocó que por efecto dominó los Juegos Mediterráneos se pospusieran para este mes de junio de 2022. Las carambolas del destino no han podido jugar más a la contra. Sólo faltaba, la víspera de la apertura, la tragedia de la valla de Melilla para que el evento deportivo pasase desapercibido.

RTVE tiene los derechos de emisión. Programó la ceremonia inaugural en diferido, para la madrugada del sábado al domingo. Allí estuvimos, de espectadores de guardia, para comprobar cómo se la saltaron, emitiendo en su lugar una serie de competiciones enlatadas. Es la primera vez que ocurría algo así.

Por contraste, recuerdo cómo fueron los Juegos Mediterráneos cuando se celebraron en Almería y en Tarragona. Ni que decir tiene que el canal Teledeporte se volcó las 24 horas en ellos. Como si fueran Olímpicos.

De los que estos días se celebran en Argelia nadie habla. Comprendo que en San Sebastián, Santander o Pontevedra esta cita deportiva importe relativamente poco. ¿Pero en la ciudad que es sede de Casa Mediterráneo tampoco? Nos van los discursos grandilocuentes, las frases retóricas y las carcasas vacías. Detrás, no hay nada. Hay que reconocer la inoportunidad de la cita y la mala suerte que se ha cebado una vez más con Alicante, la ciudad más directamente afectada por las consecuencias que pueda acarrear la crisis con Argelia.

Pero el deporte es sólo deporte. Y este tipo de competiciones, siempre, un paréntesis, un tiempo de paz. La delegación española destaca el cariño con el que fue recibida en Orán. No se entiende un apagón informativo tan grande sobre lo acontecido en un territorio que Alicante tiene a un tiro de piedra.

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