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Tomás Mayoral

La pobreza es ya una realidad para una de cada tres personas en la Comunidad

Una mujer hace la compra en un supermercado. FERRAN NADEU

Una de cada tres personas que ve usted por la calle en cualquier punto de la Comunidad Valenciana malvive con una situación económica que podemos calificar como riesgo de pobreza o exclusión social. No son las personas que ya no tienen nada y deben pedir para poder salir adelante: los invisibles a los que muchos ayuntamientos quieren multar por exhibir su desesperación. Son gente que tiene casa, que está a nuestro lado en los mercados o en el transporte público. Entraron en la pandemia arrastrando esa situación y habían empeorado aún más cuando salieron de ella. Son los nuevos pobres: personas que trabajan pero no pueden llegar a fin de mes. El salario que reciben no es suficiente para garantizar unas mínimas condiciones de vida. Estos datos que ayer facilitó el INE son previos a la situación actual. Hace falta forzar la imaginación para pensar cómo estará ahora esa gente, que ya lo estaba pasando mal, con una inflación que rebasa los dos dígitos y que no se veía desde hace 37 años.  Llegar a fin de mes se ha convertido en una aventura. Es evidente que hacen falta pactos, pactos de rentas y acuerdos para los que nuestra clase política no está preparada. La situación es endiablada y empeorable porque hay una “clase apolítica” que nos ofrece soluciones estúpidas pero atractivas para quien nada en la desesperación. Desconfíe de quien le ofrezca soluciones mágicas. No las hay. El temporal arrecia y solo queda pensar en quien está más a la intemperie. Medidas como la anunciada ayer poniendo un tope del 2% a la subida del alquiler están sin duda en el buen camino. Uno de cada tres de nosotros necesita eso ahora.

Y una cosa más:

¿Y si resulta que las Hogueras tienen una proyección internacional pendiente? Muy llamativo el dato de que la mitad de los visitantes que llegaron a Alicante durante las últimas fiestas han sido foráneos. El alcalde Barcala cree haber encontrado un filón y está dispuesto a invertir en internacionalizar las Hogueras entre un público al que no hay que explicarle la diferencia con las Fallas, como pasa siempre con nuestros compatriotas, y al que fascina la explosión popular de una ciudad entregada a su celebración. Invertir no es un concepto teórico: Barcala está dispuesto a que sea el Ayuntamiento quien “pague la fiesta”, en sentido general, para no imponer molestas tasas a la hostelería que ni casan con el mensaje de su partido ni son buenas en años preelectorales. Además, los “retornos” de esa inversión pueden ser cuantiosos.Falta hace.

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