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Tomás Mayoral

Aitana y Mónica: anatomía de una imagen

Mónica Oltra y Aitana Mas durante el traspaso de cartera. F. Calabuig

Se ha empeñado Compromís desde que Mónica Oltra anunció su dimisión en presentar su marcha como un hasta luego más que como un adiós definitivo. Es lo propio de la primera fase del duelo: la negación. Habrá ira, negociación y depresión antes de que llegue la aceptación de que hay caminos que no tienen vuelta atrás. En el acto, lleno de emociones, de traspaso de cartera en la sede de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, Aitana Mas se negó a asumir el cáliz de ser la sustituta de Oltra, que es lo que realmente es, la persona que viene a intentar ocupar el espacio vacío que ha dejado la líder caída. Con la modestia sabia de quien respeta a sus mayores, pero también con el conocimiento de quien sabe que las palabras son armas en política, se justificó calificando a su antecesora como “insustituible”. Pero hay una trampa en esa palabra porque cuando te conviertes en eso es porque ya te has ido. Usando la tan traída y llevada prenda como metáfora, Mónica es como una de esas estrellas de baloncesto cuyos equipos “retiran” la camiseta cuando quien la ha llevado encima dice adiós. Pero las camisetas se retiran porque el que se marcha no va a volver.

Frente a la corrección política de otros jefes de Compromís al hablar de Oltra y su pueril insistencia en un “aquí te esperamos”, que a medida que pasan los días resulta cada vez más irreal, por no decir abiertamente falso, las palabras de Mas sí sonaron, posiblemente sin quererlo, a despedida definitiva. Por eso el acto de traspaso de cartera fue un momento en el que las emociones se desbordaron ofreciendo una impagable imagen de nuestro compañero Francisco Calabuig que es de las que se queda prendida en la retina porque resume una época o, más precisamente en este caso, el final de una época. Mónica no puede contener el llanto ahogada por el peso de los días más aciagos de su vida política mientras Aitana intenta mirar más allá para contener esas lágrimas a las que sabe que no debe ceder. Una ya es solo una mujer valerosa a la que el futuro colocará en su sitio en la historia. Pero la otra se ha convertido en vicepresidenta de este “pequeño país”, entrañable concepto, y su rostro trasluce que se debe a algo más que a sus sentimientos y que en ese momento toca mostrar sobriedad. Esta Aitana contenida había sido la que tomó posesión por la mañana en presencia de casi todos sus compañeros de Consell y que participó en su primera sesión de control en las Cortes. La prueba evidente de que la vida sigue.

Y una cosa más:

Vivimos tormentosos tiempos preelectorales. Así que es normal que si el día venía torcido con la de arena se intente arreglar con una de cal. La noticia iba a ser que los Alvia que van de Alicante a Madrid iban a empezar este viernes emplear tres horas en hacer su trayecto, media hora más que hasta ahora, al abandonar Atocha y terminar trayecto en Chamartín. Es verdad que los viajeros a Gijón y Santander verán recortado un poco el tiempo total de viaje con este cambio, al empezar a utilizar el nuevo túnel que acaba en esta estación madrileña. Pese a ello, una mala noticia porque en tiempos de Alta Velocidad, aunque los Alvia no sean AVE, huele a cuerno quemado meter media hora más a un viaje. Dio la casualidad, si es que tal cosa existe, que la ministra de Transportes se reunía ayer con el president Puig y saltó la noticia de que el anhelado enlace con el aeropuerto se iba a licitar antes de acabar el año. Buen intento, pero ha habido ocho anuncios antes similares, así que entenderán en el ministerio de Raquel Sánchez que la fe esté un poco desgastada por estos pagos.

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