Lo que hace Rafael Sempere en las páginas de Elda de este diario cada vez que llegan las fiestas de moros y cristianos es una puesta al día del mejor periodismo festero que a día de hoy podemos llevarnos a los ojos. No tengo el gusto de conocer a Rafa Sempere, por lo que mis palabras son completamente espontáneas.
No son fáciles las columnas que firma. No es fácil, en una comunidad tan vertebrada como la festera (piense el profano que para los involucrados el año se divide en lo que ocurre “antes y después de fiestas”) escribir sobre asuntos ‘sagrados’. ¡Qué más quisiera el clero que muchas de sus cuitas fuesen abordadas con el celo y las horas de empeño que ponen los festeros a sus asuntos!
Es curioso, pero ni en Alcoy, ni en Ibi, ni en la vecina Petrer han brotado columnas que a la manera de las de Rafael Sempere comenten sus fiestas desde un punto de vista diferente, con una mirada crítica, irónica, disparando desde dentro, con la mirada del sabio que conoce todos sus recovecos. Digo yo que la constante transformación a que se ha visto sometida la fiesta en eldense, cuyas últimas veinte ediciones evocan sin duda unos envidiables toques sanfermineros (no hay pregón que se le iguale, ni entrada de bandas con tanta juventud, ni ciudad que la supere en número de cuartelillos), digo yo si ese carácter lúdico que le quita la solemnidad de otros lugares favorece la labor del cronista espontáneo. Que puede decir en libertad lo que en otros lugares no osaría. Lo cierto es que más textos como los de Sempere refrescarían el periodismo provincial, que tantas veces se ve obligado a transitar entre la sota, el caballo y el rey.
