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Tomás Mayoral

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Fundesem y el "caso Fundesem"

La sede de la escuela de negocios alicantina Fundesem. ISABEL RAMÓN

Parece que está casi todo dicho en relación a la situación de Fundesem, especialmente tras conocerse la “patada a seguir”, como se dice en el rugby, que supone solicitar el concurso de acreedores para renegociar la deuda y buscar una posible viabilidad. La medida es un botón nuclear que lo para todo, incluido el posible desahucio del centro de su sede actual que el IVACE podría instar en cualquier momento, después de haber decidido rescindir el contrato y reclamar la deuda de 1,65 millones. Una deuda que, como se ha sabido ahora, no dejó de aumentar tras el acuerdo  con el nuevo equipo directivo de Cayetano Sánchez Butrón. También blinda a sus actuales responsables al hacer imposible que con ese concurso abierto, a diferencia del “concurso necesario” que podría pedir cualquier acreedor, se les pueda arrebatar el control de la administración de la escuela.

Como saben, uno de los sistemas didácticos más habituales en las escuelas de negocios de todo el mundo es recurrir al “método del caso”. El “caso” es una simulación de un problema de negocios en el mundo real que proporciona una metodología práctica para los alumnos, que se convierten en los responsables que deben tomar las decisiones para buscar soluciones que garanticen la viabilidad. ¿Cuál creen ustedes que sería el resultado si la situación actual de la escuela alicantina se convirtiera en el “caso Fundesem”?  Hay que admitir que no sería un “caso” de los fáciles. La clave está en la viabilidad económica, que no se ha garantizado prácticamente desde que Fundesem existe. Con el nuevo plan de negocio, esa viabilidad pendía de un hilo harto delgado y complicado: unos dirán, como expresaba Sánchez Butrón en un escrito que publicamos el pasado domingo, que era una buena solución y que con eso basta porque lo que importa es mantener la escuela a toda costa; pero otros dirán que es difícil de explicar por qué el acuerdo con la Universidad Europea (es el nombre comercial de esta entidad privada, no hay ninguna vinculación con la Unión) debía incluir estudios sanitarios: cuatro grados, nada más y nada menos, colados, digamos con magnanimidad, de rondón. Esa ambigüedad sobre cómo podía verse la solución al “caso” es la misma que envuelve la posición del IVACE y de la Generalitat. Podemos preguntar con suspicacia al instituto público, sobre la decisión que estrangula a Fundesem: “¿por qué ahora?”. Pero la respuesta podía ser muy simple: “¿y por qué no?”  El dinero público ha pagado la deuda, hasta ahora, que ha posibilitado que la escuela siguiera funcionando. Pero el dinero público se fiscaliza y la situación de esos 1,6 millones no pagados es, al menos lo parece, complicada de explicar.

Creo que nadie quiere cerrar Fundesem (lo más quedarse con ella o con el edificio que ocupa), pero nadie sabe cómo lidiar con el “caso Fundesem”. Hay “hondonadas” de buenas intenciones y declaraciones autorizadas llenas de sinceridad aparente que apoyan la continuidad pero no quieren entrar en cómo hacerla posible. Si lo pensamos con tranquilidad, 1,6 millones no sería tanto para nuestras empresas más potentes. Hay instituciones públicas, como el Ayuntamiento de Alicante, muy interesadas que podrían poner otra parte. Seguramente, hasta el IVACE aceptaría un pago ahora de una parte importante y el resto aplazado. Entonces, si el interés general es tan evidente y Fundesem es tan necesaria, ¿por qué es tan difícil resolver su “caso”?

Y una cosa más:

Justo ahora que los tambores de guerra suenan más fuertes en la relación de los dos principales socios del Botànic, presidente y nueva vicepresidenta muestran en su primer encuentro oficial una sintonía propia de una coalición que arranca más que de una que expira. No hay que hacer mucho caso de las apariencias ni de los rumores. Por mucho que una parte del PSPV quiera la ruptura para lanzar la campaña, la oportunidad se perdió cuando Mónica amagó con no dimitir. En Compromís tampoco están para tirar cohetes. Necesitan votos en Alicante, como explicaba el domingo Juan R. Gil en su artículo ¿Quién va a ganar las elecciones?, y la condición de alicantina de Aitana es una baza que pueden explotar a fondo. El libro que la nueva vicepresidenta regaló a Puig con motivo de ese primer encuentro es revelador: “Lo que está en juego”, obra del historiador alemán Philip Blom.

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