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Doménec Ruiz Devesa

¿Ha terminado la pandemia?

Tras la retirada casi total de medidas restrictivas y de protección en la mayoría de países europeos, podría parecer que la pandemia de la Covid-19, enfermedad que algunos catalogan ya como la más infecciosa de la historia, ha acabado. Nada más lejos de la realidad como demuestran los datos de las últimas semanas. De acuerdo con el último informe del Ministerio de Sanidad del 1 de julio 2022, la incidencia ha incrementado de 589 a 996 casos por cada 100.000 habitantes, en el periodo que va del 10 de junio al 1 de julio de 2022, mientras la ocupación hospitalaria ha pasado del 5,5% al 8,3%, y los ingresos en unidades de cuidados intensivos del 3,8% al 5%.

A partir del 14 de octubre de 2021, en adelante, la sexta ola de la pandemia alcanzó su pico máximo en enero de 2022, con la explosión de la variante Ómicron. Tras un descenso paulatino de los contagios hasta abril, y con un repunte en mayo, seguido de otro periodo de reducción hasta que, a inicios de junio de 2002, hemos visto una nueva aceleración de los mismos debido a las nuevas sub-variantes Ómicron BA.4 y BA.5, lo que constituye el inicio de una séptima ola. Cambios en la trazabilidad de los datos introducidos en marzo, centrándose en la población más vulnerable mayor de 60 años, hace difícil la comparación. Sin embargo, si tomamos el periodo que va desde octubre a marzo, los contagios acumulados ascienden a más de seis millones y las muertes a 13.500, cada vez más concentradas en los grupos de mayor edad. 

España no es una excepción en Europa. Los casos de contagio han aumentado un 50% en Francia del 12 al 18 de junio 2022, un 40 % en Reino Unido del 6 al 11, en Bélgica un 46 % entre el 11 y el 17 y Grecia ha notificado un aumento del 35% del 9 al 15. Por eso, los expertos sugieren que se reintroduzca el uso obligatorio de las mascarillas, al menos en lugares concurridos, como en los transportes, medida que España, afortunadamente, nunca abandonó.

La vacunación sigue siendo clave. El Imperial College de Londres estima que las vacunas han salvado 20 millones de vidas en todo el mundo. En efecto, en anteriores olas, la amplia cobertura de la vacunación ha ayudado a limitar los efectos de la pandemia. En particular, las personas vacunadas con Pfizer o Moderna tenían un 95% menos probabilidades de contraer Covid-19 que aquellas sin inmunidad previa. Pero la población ha bajado la guardia, optando por recibir en menor proporción la tercera dosis, si bien muchos han sido infectados por Ómicron, obviando a corto plazo la necesidad del refuerzo de la vacuna. A día de hoy, el 92,7% de los españoles mayores de 12 años han recibido dos vacunas, pero solamente la mitad, el 53,3%, ha recibido la dosis de refuerzo (a partir de 18 años). Mientras que, en Europa, solamente el 72,7 % han recibido la pauta completa y el 52,7% la dosis de refuerzo.

Por ello es preciso seguir incentivando la vacunación pendiente (primera dosis y dosis de refuerzo) con las restricciones necesarias en materia laboral, de ocio, y transportes, en el marco de un enfoque común europeo. Las vacunas salvan vidas y son parte de nuestra responsabilidad social.

Además, y aun cuando las vacunas actuales, no adaptadas a las nuevas variantes, protegen frente a infecciones severas, por eso las tasas de hospitalización son relativamente bajas, la inmunidad de la población vacunada ha ido decayendo paulatinamente en su conjunto. Según el artículo del New York Times “Cómo fortalecer la Inmunidad contra la Covid” publicado el 17 de junio de 2022, la inmunidad que nos ofrecen las vacunas de ARNm (Pfizer o Moderna) a través de anticuerpos decrece sustancialmente entre los 6 y 9 meses, estabilizándose entre un 10% y 20% de los anticuerpos generados inicialmente. Eso sí, Pfizer-BioNTech y Moderna han desarrollado vacunas ajustadas a la variante B.1 del Ómicron, capaces de actuar sobre las variantes BA.4 y BA.5. En cambio, algunos estudios muestran que la vacuna de Johnson & Johnson, tipo vectorizada viral monodosis, ofrece una mejor inmunidad a largo plazo, con menor decrecimiento de los anticuerpos, e incluso un aumento de los mismos a lo largo del tiempo Arizona. Por ello, sugiere que se podría utilizar para una dosis de refuerzo adicional. Igualmente hay que acelerar el desarrollo vacunas nasales u orales, que impedirían además la transmisión, y por tanto el contagio.

En consecuencia, y a fin de evitar un otoño de 2022 problemático, derivado de los contagios tras la disminución paulatina de la tasa de vacunación y bajada de su efectividad, la eliminación más o menos generalizada de las mascarillas, el incremento de las interacciones sociales con la llegada del verano, la vuelta a interiores tras el estío, y la posible aparición de nuevas variantes, es igualmente imperativo reforzar la vacunación con la vista puesta en una segunda dosis de refuerzo. Al respecto, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades en sus recomendaciones de abril y mayo, apuntaba que la administración de una segunda dosis de refuerzo debería considerarse antes del otoño para que su beneficio sea máximo, y que los países deben contar con planes para el rápido despliegue de una cuarta dosis para adultos de 60 años o más y para grupos vulnerables.

Hasta ahora, los países europeos han optado por una aproximación progresiva, basada en factores de riesgo, como es el caso de España, donde, desde el 9 de junio de 2022, las personas mayores de 80 años, las que se encuentran en residencias de ancianos y las personas clasificadas como vulnerables han sido aprobadas para recibir una segunda dosis de refuerzo. Pero esto está empezando a cambiar. Finlandia anunció el 6 de julio 2022, que, a partir de mediados de agosto, los menores de 65 años podrán acceder a la cuarta vacuna. Seguramente sea necesario su ampliación a toda la población, como ya ha insinuado la ministra Carolina Darias.

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