Veinticinco años ya. Veinticinco años que no pueden borrar la angustia, el horror de un asesinato a cámara lenta. ¡Cómo olvidar aquellas 48 horas terribles! La sociedad vasca y española dijeron ¡basta! Levantaron las manos pintadas de blanco y pusieron fin al silencio frente al terror. Se acabó el miedo y, por fin, nos enfrentamos abiertamente al monstruo.

 

Pero esta tragedia comienza 541 días antes, cuando un desconocido funcionario de prisiones es secuestrado y enterrado vivo en un zulo en Mondragón. Y en este drama de tres actos el terrorismo abandona su épica falsificada y muestra su verdadera esencia de horror desnudo.

 

El primer acto lleva el nombre de Ortega Lara. Sus fotos al ser liberado por la Guardia Civil nos llenaron de espanto. Y, sin embargo, esas imágenes se convirtieron en símbolo de su victoria frente al terror.

 

Y a su lado la crueldad fría del secuestrador que se negó durante horas a revelar la entrada al zulo, condenando de esa forma a que el secuestrado muriera de hambre y sed.

 

Con Ortega Lara, por si alguien tenía dudas, comprobamos que detrás del terrorismo de ETA no había nada, que la épica que pretendían vender sólo ocultada su esencia; el horror desnudo. Sí, abran los ojos, el terrorismo era eso.

 

Y aunque un gerifalte de HB nos avisó; “después de la fiesta vendrá la resaca”, no podíamos imaginar lo que vendría.

 

El segundo acto lleva también nombre propio; Miguel Ángel Blanco Garrido. Un joven concejal de Ermua secuestrado para escenificar un asesinato anunciado. Era la venganza cruel por la liberación de Ortega Lara.

 

Me acuerdo perfectamente de esos dos días con un enorme reloj que marcaba las cuatro de la tarde del día doce de julio, como si fuera una enorme espada de Damocles que amenazaba la libertad y la vida.

 

La enorme manifestación de Bilbao el día 12, un cielo azul y soleado. Un Bilbao silencioso y sin coches. Miles y miles de personas caminando queriendo salvar con sus manos la vida condenada del joven concejal.

 

Dos disparos en una pista forestal de Lasarte anunciaron el final del plazo macabro. Dos tiros en la nuca, la forma más cruel y miserable de asesinar.

 

Hoy sabemos cómo fue el secuestro, quiénes los autores materiales: fueron tres más uno. Tres los secuestradores materiales Javier García Gaztelu, su novia Irantzu Gallastegi y José Luis Geresta. Este último terminó suicidándose dos años más tarde, la pareja fue condenada y están en la cárcel sin la más mínima intención de arrepentimiento.

 

El cuarto se llama Ibon Muñoa, exconcejal de HB en el pueblo vecino de Eibar. Conocía perfectamente a Miguel Ángel Blanco y fue el que pasó al comando la información necesaria para su secuestro.

 

Es seguramente el elemento más miserable y simbólico de este cuarteto que asesinó al joven concejal. Los comandos sólo pueden actuar si están auxiliados por una red de personas que les dan apoyo e información.

 

Los comandos en su mayoría eran asesinos profesionalizados, no conocían a sus objetivos, el informante sí. El informante era vecino y conocido de la futura víctima. Causa un estupor especial saber que tu nombre la ha pasado una persona que tú conoces, que te cruzas con ella por la calle.

 

Esta red de informantes, de chivatos, fue el poder de ETA para atemorizar a las personas libres.

 

Y por fin, el tercer acto se materializó un año más tarde y lleva el nombre de un pueblo; Lizarra (Estella). Un nacionalismo asustado por la reacción ciudadana, en lugar de liderar la lucha civil contra ETA, pacto expulsar de la política vasca, de sus instituciones, a los partidos constitucionalistas. La verdad es ésta y no se puede ocultar. Otro horror desnudo.

 

Pero de estos años terribles debiéramos sacar algunas conclusiones: a) La democracia, los demócratas, hemos derrotado de forma definitiva al terrorismo. b) Es necesario defender todos los días la libertad, la diversidad y la pluralidad frente a tics sectarios c) La memoria es indispensable para construir sociedades asentadas en valores éticos frente a un olvido amoral y d) La España constitucional es nuestra mejor garantía de convivencia, tolerancia y respeto.

 

 

Patxi López, diputado socialista por Vizcaya, fue lehendakari del Gobierno Vasco entre mayo de 2009 y 2012, y presidente del Congreso entre enero y julio de 2016.