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Justo Gil Sanchez

40 años ya del Estatuto de Autonomía

Hemiciclo de las Cortes valencianas. Rober Solsona - Europa Press

En el mes de julio y merced a la promulgación de la Ley Orgánica 5/1982 accedía a la autonomía política la Comunitat Valenciana. Se reencontraba con la tradición proveniente del histórico Reino de Valencia. Naturalmente despues de una etapa preautonómica a la que se vino en acceder através del Real Decreto-Ley 10/1978, denominado de creación del Consell del Pas Valenciano, siendo su primer presidente Josep Lluis Albiñana, sustituido por Enrique Monsonis en tanto que Joan Lerma i Blasco fue ya el primero de la etapa autonómica.

Si, ha llovido mucho desde entonces, y nos hemos mojado, yo diría que nos hemos calado, pero no importa; se han peinado muchas canas, han pasado tantas cosas – buenas y nefastas- que es difícil estrujarlas en un pequeño tarrito del escribidor. De ahí que nos quedemos más en lo sustantivo y esencial que en lo concreto.

La autonomía política supuso y supone el autogobierno, la creación de un subsistema político propio, la cercanía y proximidad en la toma de decisiones tan importantes en materia de grueso calibre para la ciudadania valenciana como la sanidad, la educación, urbanismo, los servicios sociales o las ayudas a los más débiles. Aparte la detentación de un conjunto de derechos de los valencianos (Titulo II) Tenemos un conjunto armónico de Instituciones que conforman lo que denominamos la Generalitat: Les Corts Valencianes, el President, el Sindic de Greuges, la Sindicatura de Comptes, el Consell Valenciá de Cultura, L´Academía Valenciana de la Llengua, el Comité Económic i Social, el Consell Jurídic Consultiu, y la administración de la Administración de Justicia (culminando con un Tribunal Superior de Justicia)

La maldita corrupción política hizo mucha mella a nuestra credibilidad. La corrupción hizo mucho daño a la Comunitat; la imagen que durante unos años se proyectó al exterior de la misma era nefasta y vergonzosa. Los tejes y manejes, los dispendios, los negocios sucios, socavaron durante bastantes años nuestra reputación. Eso no puede ser obviado. Afortunadamente esa etapa yace casi en el olvido, pero hemos de hacerla presente para que nunca más se vuelva a repetir. Por nadie. La Comunitat necesita frescura, dinamismo, emprendimiento, alegría, seriedad, seguridad jurídica y certezas, asi como que la ciudadania tenga un referente, a la par que instituciones amigas. Y creemos honestamente que se va en el buen camino, con los lógicos errores y carencias por la situación en que nos ha tocado vivir (crisis económica galopante, pandemia, guerra de Ucrania, crudos por las nubes, inflación inusitada cercana a la de los primeros años de la democracia, etcétera).

El año 1982 fue un momento ilusionante – aparte de la victoria aplastante meses despues del socialismo de Felipe Gonzalez-, y ello aún a pesar de la discusión sobre la pertinente vía de acceso a la Autonomia política, es decir del recorrido que debía de agotarse para acceder a la misma. Se discutía la celeridad. ¿Qué se echa en falta? Que haya una querencia por la Autonomia política. Y esa querencia se refuerza apartir del conocimiento, de la explicación de lo que es posible que puedan hacer nuestras instituciones públicas. Que no demos palos de ciego. La “cultura autonomista valenciana” tiene que ser expandida. En definitiva, la Escuela y la Universidad tienen mucho que decir. Los muchachos tienen que conocer sus instituciones más cercanas. La ignorancia – como decía Simone de Beuavoir- es aquella situación que encierra al hombre tan herméticamente como una cárcel. De ahí la necesidad de desbrozar los barrotes de esa cárcel para salir a un espacio de libertad que es el conocimiento, el domeñamiento y uso de una conciencia critica, que tanta falta hace hoy en día. En definitiva, el saber, acompasado, en pura simbiosis, con la utilidad de la Institución.

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