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Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

El estado del paciente

El Congreso acoge el primer debate sobre el estado de la nación en siete años

El debate es una oportunidad para hacer balance y anunciar más medidas económicas que palíen los efectos sociales de la crisis por la guerra en Ucrania, durante el resto de la legislatura. Es decir, la escalada inflacionista. La oposición defiende lo contrario porque llevar la contraria es la norma habitual. No da nueces, pero hace mucho ruido. ¿Única forma de obtener adhesiones? La alternativa conservadora solo es un modo de lanzar fuegos artificiales, de viajar hacia atrás y de ponerse, como programa básico, al servicio de los que más tienen a fin de que echen algunos cacahuetes a los que tienen menos.

El PP de la Comunidad de Madrid premia a las rentas altas con becas y otros agasajos. Unas pobres familias que apenas llegan a final de mes y a las que debemos ayudar con nuestros esfuerzos. ¡Claro que sí, santa Isabel! Ahí está también Cuca Gamarra, haciendo piña contra Pedro Sánchez. Si la situación general no es fácil, peor es con partidos que ponen por delante de la población los cuantiosos intereses de unos cuantos.

La portavoz parlamentaria conoce muy bien todo lo relativo a la corrupción vinculada a su grupo y a los audios de Villarejo, un fango con la experta Cospedal y otros ejemplares de esa especie en el nombre del Padre, del Hijo y de España. Un ataque a la democracia, como tantas otras embestidas de baja estofa. Y el supuesto moderado Feijóo mira a otra parte. Pablo Iglesias conoce bien lo de las cloacas mediáticas y del Estado, una guerra sucia que no puede quedar sin depuración de responsabilidades. O la ofensiva judicial de las grandes empresas contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que fracasa en los tribunales. ¿Qué ocurrirá con el caso de Mónica Oltra?

En medio del huracán político reside Ciudadanos con la refundadora Inés Arrimadas, quien da moral a los pocos personajes, en peligro de extinción, que les quedan. El partido naranja pasa a ser el del lienzo en blanco a ver si así se distancia de lo anterior, trae nuevos aires y recupera el foco de atención. Polemizar a la desesperada es el objetivo, ese viejo método de levantar polvaredas con cualquier excusa o porque sí.

Por su parte, la vicepresidenta segunda y ministra de trabajo, Yolanda Díaz, continuará sumando con su movimiento impulsado desde la sociedad, en busca de la mayor transversalidad posible, al margen de etiquetas y banderas. De corte progresista, sí, pero bueno sería dejar a un lado los aspectos que restan en vez de sumar. Díaz aplica una pomada sensible y feminista al abordar el enfoque de los problemas. Tiene más de un año por delante para proyectar y acoger ideas antes de las próximas elecciones generales. «Pensemos el país que queremos», dice, y que los protagonistas sean las personas que irá encontrando en la gira con una reedición angelical de Podemos y una aptitud que destila romanticismo. Salvo excepciones, las trifulcas sobran.

Si el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, habla de «las cosas del comer», Yolanda Díaz va más lejos al referirse a «las cosas del comer y del soñar». No resignarse y superar la desafección ciudadana, ya que la política debe servir para llegar a acuerdos que cambien la vida de la gente. «Unión, ilusión, sumar», según el eslogan. O sea, una plataforma donde se exponga y escuche. A partir de ahí, grupos de trabajo y equipos temáticos elaborarán propuestas, teniendo en consideración las registradas en la correspondiente página web, y un contrato social que reúna derechos y obligaciones.

Como decíamos al comenzar, el debate del estado de la nación sigue en marcha en el cuadrilátero del Congreso con un Feijóo que no es diputado y no puede intervenir directamente en la pelea. El Ejecutivo de coalición retiene la iniciativa frente a un PP que esgrime el cartel del «deterioro institucional y de la ineficacia» para responder al desafío económico. Quiere convertir el debate en el del estado del Gobierno. Y no pretenden dar la impresión (difícilmente) de que se apuntan a lo de «cuanto peor, mejor». El duelo está servido. Recetas socialdemócratas o recetas liberales de la anterior crisis y relacionadas con la corrupción estructural que la derecha bordó a su medida. Venga de donde fuere, por supuesto, la podredumbre es absolutamente inadmisible.

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