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Tomás Mayoral

El PSPV homenajea al Circo del Sol con la tasa turística

Uno de los cajeros que ha instalado la Generalitat en poblaciones sin servicios financieros. JUANI RUZ

Inesperado el homenaje que Ximo Puig y el PSPV están dedicando al Circo del Sol, que estrena nuevo espectáculo mañana en Alicante, con una actuación estelar de curtidos equilibristas en el alambre por su imprevisible posición sobre la polémica tasa turística, cuya tramitación parlamentaria se vota en las Cortes también mañana. Qué coincidencia. Política y circo unidos una vez más por el destino.

Confieso que lo estoy pasando mal por Ana Barceló, porque a la síndica socialista la están obligando a pasar por todos los oficios del que en un tiempo fue llamado “el mayor espectáculo del mundo”. Un día le toca hacer de ilusionista y oculta el rechazo a la tasa de su partido tras una cascada de pañuelos de colores saliendo de un sombrero. Mientras, su jefe le desmonta el número con un enigmático y lapidario “los acuerdos están para cumplirlos”. “¿Los acuerdos con quién?”, responde Francesc Colomer, en modo de rebelde “hombre-bala” y a punto de meterse en el cañón. Tal vez recuerda Colomer aquellas solemnes palabras del president en 2016 en las que afirmó que no habría tasa ni en el 2017 ni en el futuro. Entretanto, Barceló sigue a lo suyo y minutos más tarde le toca hacer malabarismos, dialécticos, con una postura que es sí pero no, algo así como el “doblepensar” de Orwell. Para cerrar el día, a la síndica del PSPV le toca un número de escapismo digno de Houdini ante la boca abierta de los periodistas. Llegará mañana, cuando haya que explicar el sentido del voto en sede parlamentaria, por fin, y me temo que a Ana le pedirán en su partido que haga, como Pinito del Oro, un triple mortal sin red desde el trapecio. Qué peligro. Pero Ana es mucha Ana y tiene mucha experiencia en situaciones de riesgo: en lo peor de la pandemia le tocaron números más difíciles. No precisamente circenses, en ese caso.

Ya sabemos que todo esto se debe a que el president no quiere la tasa y seguramente está buscando alguna manera de librarse de aquel acuerdo con sus socios. Cuando lo rubricó, las cosas no estaban, ni de lejos, como están ahora, con la inflación como el quinto jinete del Apocalipsis. Puede que tenga un acuerdo con esos socios pero sus numerosos rechazos a ese gravamen, expresados en cuanto ha tenido oportunidad de hablar libremente y casi siempre ante miembros del sector turístico, se pueden considerar de algún modo un acuerdo con quien no quiere la tasa. O al menos, un compromiso. Los alcaldes ya demostraron el lunes en la reunión de las síndicas del Botànic con la Federación de Municipios y Provincias que están que echan las muelas con el asunto. Especialmente, la inmensa mayoría de los socialistas. No es baladí: el daño que se puede hacer a un municipio turístico implantando la tasa aunque luego llegue otro y la quite ya no tiene marcha atrás porque en internet, una vez que te marcan, es muy difícil que te quiten el sambenito.

Y una cosa más:

Condenados al “calcetín” o a la caja de caudales de nuestros bisabuelos: los bajos del colchón. La digitalización tenía un precio y más de nueve mil alicantinos están en lo que ya se denomina como “exclusión financiera total”: no tienen ni un cajero ni un banco en su municipio, lo cual les convierte en ciudadanos de segunda, si no de tercera. La Generalitat ha activado medidas para implantar cajeros en estas localidades y hacer posible que otros cuarenta mil que no tienen ninguna sucursal bancaria puedan al menos hacer operaciones a través de ese terminal. Casi la mitad de los municipios de la provincia están en esa situación: los únicos bancos son para sentarse.

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