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Antonio Papell

#"Sumar", pros y contras

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, comparece tras la reunión del Consejo de Ministros en Moncloa, a 21 de junio de 2022, en Madrid (España). Alberto Ortega - Europa Press

El estreno en sociedad de “Sumar”, la pasada semana, a cargo de Yolanda Díaz en un acto del que estuvieron ausentes los líderes de la izquierda contigua al PSOE por babor porque así lo pidió la protagonista del evento, es un buen comienzo para una operación de la que depende no solo el futuro de este espacio político concreto sino también el equilibrio político en las futuras elecciones generales. Nadie puede haber dejado de ver que, en las pasadas elecciones andaluzas, los dos partidos ubicados a la izquierda del PSOE consiguieron casi los mismos votos que Vox y, en tanto esta organización ultra obtuvo 14 diputados, aquellas dos formaciones tan solo lograron siete entre ambas. La ley Don’t hace estragos y castiga severamente la fragmentación de los espacios, por lo que la izquierda solo tendrá alguna posibilidad de seguir gobernando tras las próximas generales si se presenta estructurada en dos organizaciones: el PSOE y la izquierda que pretende unificar “Sumar”.

La división del trabajo entre el PSOE y la fuerza situada a su izquierda es obvia. Los socialistas siguen las pautas moderadas y centristas de la socialdemocracia europea, y la formación radical, síntesis de Izquierda Unida (que resume la tradición del PCE y de buena parte del ecologismo) y del populismo de Podemos, representa una antiglobalización evolucionada. No resulta sencillo acomodar ambos papeles —la ortodoxia del PSOE y la heterodoxia de la izquierda alternativa—, como se ha visto en Portugal, pero la evolución del equilibrio político español, que participa con bastante exactitud en las corrientes europeas, no deja demasiados márgenes de duda: o se consigue una coalición gubernamental semejante a la actual, o la izquierda será desplazada. Al menos hasta que se reconstituya el bipartidismo imperfecto, una posibilidad nada descartable.

La iniciativa de Yolanda Díaz es una respuesta a la fractura y decadencia de Unidas Podemos y sus confluencias a lo largo de la legislatura actual. Aunque la salida de Pablo Iglesias facilitó la gobernabilidad, es patente que la opinión pública ha tenido serias dificultades para entender los constantes rifirrafes que se mantienen en el seno del gobierno, debidos a discrepancias de fondo sobre políticas concretas, que, no se sabe bien por qué, se exhiben con agresivo impudor. En algunas ocasiones, las diferencias son difícilmente conciliables y solo se logra la armonización cuando los más beligerantes ceden ante la racionalidad de los compromisos que nos crean la pertenencia a la Unión Europea y a la OTAN, y un estatus de primera potencia que no puede permitirse determinadas licencias en el concierto de las naciones. Es, por ejemplo el caso del gasto militar: no se entendería que la izquierda alternativa no opusiese cierta resistencia a un incremento de los presupuestos de Defensa… pero tampoco sería racional que el socio del PSOE no cediera a regañadientes a los compromisos que España debe honrar, como una de las grandes democracias de la Unión.

El problema de esa izquierda alternativa que pretende construir Yolanda ha sido la dispersión, no tanto debida a insalvables discrepancias ideológicas, que no las ha habido, cuanto al afán de protagonismo de los (casi siempre) jóvenes líderes que han buscado su propia promoción personal. Enric Juliana, con su peculiar olfato, ha dicho en un tuit que no deben olvidar los promotores de esta nueva aventura que, en nuestros sistemas, no hay política sin organización, por lo que, aunque el movimiento inicial de Yolanda Díaz “no vaya de partidos ni de siglas sino de escuchar a la sociedad”, pronto habrá que estructurar esta buena idea en programas y en cuadros, y esa será la prueba del nueve de la viabilidad del proyecto.

No es lo mismo un club de opinión que un partido político. Aquel puede y debe ser sutil y complejo porque el mundo de las ideas juega con realidades y utopías al mismo tiempo, pero un partido ha de ganar elecciones y asumir la representación de sectores sociales que tienen necesidades concretas y requieren soluciones realistas. En definitiva, la proeza que debe acometer Yolanda es aunar voluntades con magnanimidad en torno a una estructura de poder bien dispuesta que aborde el inventario de necesidades de su clientela social.

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