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Tomás Mayoral

La fruta prohibida y prohibitiva: por encima de un 500% más cara este verano

El precio de la sandía se ha puesto por las nubes MANUEL R SALA

Me recordaba el otro día un amable lector de esta newsletter la “Polka Frutera” del grupo Los Sabandeños, esa canción dialogada de 1973 en la que una voz pregunta de quién son varias posesiones propias de un multimillonario y el coro responde: “Eso es de un intermediario, en el negocio frutero”. Les recomiendo encarecidamente la audición de esta perla del folklore canario, conocida popularmente como “el intermediario”, que podrán encontrar sin muchos problemas en Google y que está de plena actualidad, a pesar de que tiene casi 50 años. Hay cosas que no cambian.

No obstante, el detonante de esta historia de rabiosa actualidad no fue el plátano, como en la canción del grupo tinerfeño, sino una sandía que el conocido investigador de la Universidad de Alicante Fernando Maestre localizó en la localidad alemana de Leipzig a 0,77 euros el kilo, una tercera parte de los 2,20 euros que pagamos aquí por la mencionada cucurbitácea. Con más razón que un santo, el biólogo de Sax se preguntaba en sus redes sociales: “¿Cómo es posible que una sandía cultivada en España (seguramente en Murcia o Almería) sea más barata en Leipzig que en Alicante?”.  Los Sabandeños tienen la clave: intermediarios. Veamos el itinerario que esa inocente sandía que vamos a pagar como si tuviera pepitas de oro de ley en su interior hace desde la mata. Al agricultor, cuya situación no ha cambiado mucho de la del pobre hombre de campo que plantaba plátanos en la canción de Los Sabandeños hace medio siglo y pedía cinco duros “pa’comer”, le pagan el kilo de sandía a 0,36 euros; cuando pasa por las turbias manos de los intermediarios las pepitas empiezan a dorarse y el precio se triplica: 0,93% euros el kilo; cuando llegue por fin a sus manos vía mercados, supermercados o grandes superficies, definitivamente la sandía solo será apta para el bolsillo de un Elon Musk: entre 1,79 y 2,20 el kilo. Un 611% de encarecimiento si tomamos el precio mínimo que recibe el agricultor y el máximo de venta. Lo mismo le saldrá si hace el cálculo con una nectarina (más de 500% de incremento del campo a sus manos) o aún más brutal cuando calcule lo que puede llegar a crecer el precio de un kilo de naranjas: un 1.354% . A un servidor solo se le ocurre un comentario, ya que estamos musicales, precisamente con otra canción, esta de Raphael: “Es un escándalo”.

Y una cosa más:

Pese a que peligraba (y peligra) la vida (política) del artista, el PSPV culminó el homenaje al Circo del Sol del que les hablaba ayer optando por sumarse a sus socios y apoyar la tramitación parlamentaria de la tasa turística. Parafraseando al chapuzas de Petinto, hay que dejar el circo en manos de los profesionales. Tanto equilibrismo para acabar estampándote en la tarta-trampa que tus traviesos socios han puesto en el centro de la pista. Atentos al triple salto mortal sin red de Ana Barceló, cómo lo siento, que deberá explicar por qué se apoya lo que no se comparte. Y atentos al hombre-bala Colomer al que algunos de los suyos querrán ver más allá del segundo punto de Lagrange haciéndose un selfi con el James Webb. Hasta volando, seguirá siendo consecuente.

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