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Cumbre de la OTAN.

Es difícil entender al señor Sánchez. Aunque conozcamos su proverbial chaqueterismo, cuesta comprender el cambio de lenguaje liberal que utilizó en la cumbre de la OTAN al discurso casi podemita de las declaraciones siguientes.

Es incomprensible que esté dispuesto a pactar con EH Bildu nada menos que la ley de Memoria Democrática que se extiende hasta el gobierno de Felipe González (!!!!) algo que va a tener un coste político estratosférico, entre sus contrarios y entre sus afines.

Y es difícil entender por qué anima a una de sus vicepresidentas a crear un espacio electoral que competirá con él en las urnas, conociendo su valoración social y su atractivo mediático, que le da grandes opciones de arrebatarle la bandera de la sensibilidad social.

Parece que este caballero ha deducido que la única forma de que la izquierda siga en el poder tras las próximas elecciones es fortalecer a esa nueva Yolanda Díaz, normalizar a Bildu, recomponer las buenas relaciones con el independentismo catalán, utilizar un lenguaje similar al de Pablo Iglesias para evitar que los indignados se desplacen hacia la extrema derecha y recomponer a retazos el engendro Frankenstein que tan buenos réditos le ha dado a él, que no a España.

En esas estábamos cuando llega el debate del Estado de la Nación, y el señor presidente vuelve a mutar, esta vez en una especie de personaje a medias entre Chaves y Fidel, confesándose angustiado por la clase media trabajadora y asumiendo las recetas de Podemos para la crisis: Más impuestos y más gasto público. Aunque cabe recordar que hace solo diez meses se había convertido en el adalid de la nueva socialdemocracia…

A todo esto, la vicepresidenta del gobierno, señora Yolanda Díaz, va a iniciar una especie de migración por toda España para mostrar su sonrisa y su edulcorar la versión de el Partido Comunista de España con el objetivo de amalgamar la izquierda del PSOE, paliar el derrumbe de Podemos y concitar los votos suficientes para reeditar tras las próximas elecciones un gobierno similar a la actual.

Lo que hemos de exigirles a nuestros políticos son posturas claras frente a los temas que nos preocupan: como abordaría tal o cual partido el gasto en defensa, la inmigración, la inflación, o el problema territorial. Y a partir de ahí tomaremos nuestras decisiones electorales exigiendo esos partidos que cumplan sus promesas. Porque lo que no sirve es formar un gobierno de coalición para tocar moqueta y coche oficial y luego estar cada día desmarcándose de las propias decisiones del gobierno en el que participas.

Ahora bien, el hombre propone y las urnas disponen. Quizá lo que no ha tenido en cuenta el señor presidente es la crisis económica, con la inflación desbocada calando en todas las capas sociales. Y eso va a hacer con seguridad que los electores busquen gestores más eficaces que ideológicos lo que, en vista de la terquedad de la Historia, no va a favorecer a la izquierda en modo alguno.

Como tampoco le va a favorecer en España esa especie de blanqueamiento de Bildu al que le quiere permitir que reescriba el relato de la transición, como prometió la señora Aizpurua. Y no, señor Sánchez, no resulta usted creíble cuando intenta movilizar a sus cada vez menos numerosos seguidores aludiendo a oscuros y ocultos poderes malignos que lo único que pretenden es derribarlo a usted del poder porque, evidentemente, es usted el único defensor de los desheredados frente a los ultra poderosos. Lo que muchos deseamos es que exista más pronto que tarde una campaña electoral limpia donde cada opción exponga sus intenciones y podamos elegir a aquellos que nos saquen de este atolladero. Si es que para entonces usted y los suyos no han dejado este país irreversiblemente destrozado.

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